Tras un 2024 muy difícil para el sector de la construcción, hoy aparecen en el escenario algunos drivers que pueden motorizar proyectos de inversión en infraestructura, además de una baja del costo de financiamiento.
Pasados ya catorce meses del gobierno de Javier Milei, caracterizado por avances en la desregulación de la economía, la baja de la inflación y también recortes con motosierra, en especial en las estratégicas partidas para obra pública, con el fin de eliminar de cuajo el déficit fiscal, los principales actores de la actividad de la construcción tienen frente así un escenario aún bastante complejo, aunque más amigable y prometedor que el del año pasado.
Tras el repentino giro económico que el Gobierno nacional impulsó en 2024, este año algunos factores macroeconómicos parecen estar más encaminados, constituyendo vectores positivos que permiten pensar en perspectivas más o menos alentadoras a nivel sectorial para este 2025.
En gran medida, la apuesta de todo el entramado productivo que, por supuesto, incluye también a la cadena de valor de la construcción, es evitar los “banquinazos”. De esta manera, basan las expectativas de crecimiento económico y sectorial en la tríada compuesta por la estabilidad del tipo de cambio, la continuidad del sendero descendente de la inflación y la reducción de la tasa de interés.
“Nunca vivimos una cosa así, realmente estamos atravesando una situación muy complicada, casi diría crítica”, aseguraba a este cronista, con una profunda preocupación hacia fines de año un empresario de la construcción, que pidió mantener en reserva su nombre “para evitar represalias”.
La frase resume cuáles son las principales urgencias de un sector clave de la economía, al que literalmente el Gobierno le puso un potente freno de mano apenas asumió, en diciembre de 2023, al congelar de golpe casi la totalidad de los desembolsos de la obra pública nacional. Sólo se continuaron obras que estuvieran avanzadas en más del 80% o que contarán con financiamiento de organismos multilaterales de crédito.
También explica, sin metáforas, el temor que se vive en un sector acostumbrado a tener contactos fluidos con la administración pública por cuestiones propias de los contratos, consultas técnicas de funcionarios por nuevos proyectos, pedidos de redeterminación de precios, etc, buscando evitar declaraciones que pudieran caer mal en despachos oficiales. Y que, en ese caso, pudieran ser un boomerang para las propias empresas.
¿Viene el rebote?
Un informe elaborado por la consultora Analytica destaca que 2024 marcó una crisis histórica para la construcción. “En los primeros 12 meses de gestión de Milei (diciembre 2023 a noviembre 2024) la actividad de la construcción, medida por el ISAC-Indec, tuvo una caída interanual acumulada del 28,5%”.
Los memoriosos recordarán que la profundidad de la caída solo es comparable al fuerte y repentino parate de la actividad sectorial en abril de 2020, al decretarse la estricta cuarentena por la pandemia de Covid-19. La caída respecto del mes anterior fue de 76,2%, según datos oficiales, pero en términos interanuales llegó al 40,4% en abril 2020 y 42,2% al mes siguiente.
El informe de Analytica subraya que el año pasado tras una primera parte muy complicada se observaron “cuatro meses consecutivos de recuperación entre abril y julio”, pero luego el sector “se estancó y se mantiene oscilando en los mismos niveles desde agosto, los cuales son muy bajos y similares a los de mediados de 2020”.
En diciembre, que es el último dato disponible, la actividad creció 3,1% mensual sin estacionalidad, pero se ubicó un 10,2% por debajo de diciembre de 2023. Analytica sostiene que esta situación responde principalmente a dos factores:
Recorte en la obra pública. Tomando datos del Monitor del gasto que elabora la consultora, “el gasto en la obra pública cayó, en términos reales, un 76,5% durante 2024, lo cual se refleja en la composición de la demanda de cemento. Los despachos a granel, asociados mayormente con proyectos de infraestructura, se redujeron un 30,9% interanual acumulado, mientras que el consumo de cemento en bolsa, más vinculado a obras privadas, disminuyó un 18,4%”.
Costo de construir en máximos históricos. El Índice del Costo de la Construcción (ICC) terminó el año con una suba del 8,5% mensual en diciembre, pero “acelerándose en 7,6 puntos porcentuales respecto a noviembre”. Casi la totalidad de ese aumento se debe al incremento del 17,6% en el costo de la mano de obra. En el último informe con datos a enero estas subas se moderaron un poco, subiendo 0,2% los salarios y 0,9% a nivel general del sector.
Pero hay otro dato interesante. De acuerdo al informe, en noviembre la inflación del costo de construir llegó al 0,9%, “rompiendo el piso del 1% por primera vez desde mayo de 2020, cuando los precios cayeron por la paralización del sector en la pandemia”. El costo de los materiales, en tanto, aumentó 0,9% mensual.
Noticias positivas
El último informe de Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) que difundió el Banco Central el pasado 6 de febrero en base a una encuesta realizada a 39 consultoras, centros de estudio y entidades financieras locales y del exterior, calculó que el índice de precios al consumidor de enero daría 2,3%.
En la visión de las consultoras que mejor vienen estimando las variables (Top 10 que más se acercan al dato real) fue 2,2%, coincidiendo exactamente con la inflación que difundió el Indec el 13 de febrero. En base a este dato la estimación del REM puede considerarse un proxy de lo que puede ocurrir.
En esta clave hay que leer las proyecciones de inflación hacia delante. “Para los meses siguientes se esperan senderos descendentes de inflación mensual, tanto para el IPC NG (nivel general) como para el componente núcleo” (descontando precios estacionales o regulados), señala el documento. Los consultados proyectan un incremento del PIB del 4,6% este año, mientras que el FMI pronostica un crecimiento de la economía del 5% para este año y 2026.
En cuanto al tipo de cambio, el dato saliente es que el Gobierno decidió reducir el crawling peg (deslizamiento gradual y controlado del tipo de cambio oficial) de 2% mensual vigente hasta enero, al 1% a partir del primer día de febrero. Es que la expectativa del Poder Ejecutivo es que esta reducción contribuya a seguir aplanando la curva de aumentos de precios en la economía, para confluir en algún momento del año muy cerca de cero.
Son dos muy buenas noticias para el sector de la construcción, una actividad que necesita previsibilidad para proyectos que nunca bajan de 24 meses en el caso de los residenciales, e incluso más en el caso de inversión para el sector productivo (infraestructura, energía, minería).
Esta estabilidad trae aparejada otros dos incentivos. Por un lado, la baja de la tasa de interés de referencia. Cuando asumió el gobierno de Javier Milei en diciembre de 2023, la tasa estaba fijada en 133% anual, mientras que la inflación terminó ese año en 211%. Es decir, tasa de interés negativa que no incentivaba la inversión productiva, sino sólo la especulación financiera.
A partir de la política oficial de reducción de tasas de interés, y tras sucesivas bajas nominales hoy el costo del dinero es del 29% anual, todavía elevado, pero en línea con una inflación que se espera que termine el año en torno al 25/28%, según fuentes del Ministerio de Economía. O sea, una tasa de interés positiva, un factor virtuoso en una economía que busca la normalización de sus principales variables.
Agenda exterior
El otro incentivo es la baja del riesgo país, que hoy se ubica en torno a los 700 puntos básicos, cuando a fin de 2023 estaba en 1900 puntos. Esto quiere decir que el país -y por añadidura, las empresas- pueden tomar deuda a un costo del 7% por sobre la tasa de interés que paga Estados Unidos, fijada por el bono del Tesoro a 10 años, que hoy tiene una tasa en un rango de 4,25-4,5% anual. Es decir, que el costo de financiamiento para Argentina es de 11,5% anual en dólares. Elevado, pero muchísimo mejor que hasta hace poco tiempo, cuando llegaba a 23,5%.
En esta lógica también juega el manejo de la deuda pública que hace el Gobierno. Allí, todas las miradas están puestas en el nuevo acuerdo que se está negociando con el Fondo Monetario Internacional, que supondría un desembolso de fondos frescos, que los analistas calculan que no debería ser menor a los 11.000 millones de dólares.
El Gobierno apuesta a cerrarlo en un corto plazo (antes de fines de marzo), con lo que podría fortalecer las reservas internacionales, garantizar el repago de la deuda pública y avanzar hacia el levantamiento del cepo cambiario, una de las principales demandas de los empresarios de todos los sectores cuando se les pregunta por sus planes de inversión.
Así las cosas, las claves del nuevo año son: la estabilización macroeconómica, apuntalada por la consistente baja de la inflación, reducción de las tasas de interés y un tipo de cambio previsible y accesible. Eso solo ya cambia el humor de los contratistas. Pero hay más.
Desafíos y oportunidades
En los últimos meses, en Argentina se han encendido algunos motores que pueden traccionar a la actividad de la construcción, como es el sólido crecimiento de la oferta y la demanda de créditos hipotecarios UVA, incluso con alternativas como las hipotecas divisibles, adecuadas para inversiones desde pozo e instrumentos específicos para desarrolladores. En 2024 se otorgaron unos US $830 millones y los analistas estiman que este año se podría triplicar esa cifra, llegando a entre 2500 y 3000 millones de dólares.
También empuja el incipiente desarrollo de un mercado de capitales -2024 registró el récord de emisiones en deuda corporativa de los últimos 10 años vía Obligaciones Negociables-, que permitirá apuntalar proyectos de inversión en distintas industrias y la formalización del Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones. Son todos drivers para la actividad de la construcción, que espera la confirmación de un cambio de rumbo más dinámico en esta industria.
En este contexto, el Gobierno anunció que llamará a licitación pública para concesionar 11 corredores viales en todo el país, a total riesgo empresario y bajo la modalidad de repago de las inversiones por cobro de peajes. Por el momento hay muchas dudas entre las empresas del sector, a la espera de las aclaraciones que vengan a partir de las condiciones que establezcan los pliegos, pero, no obstante, la movida es considerada en forma unánime como “muy positiva”.