La industria de la construcción viene repuntando, pero la economía aún debe dar respuestas para consolidar a un sector clave como motor de la actividad y el empleo.
A pocas horas de las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) y a días de las elecciones legislativas de medio término, la economía argentina muestra señales mixtas, con recuperación de algunas variables, en especial en lo que tiene que ver con la actividad económica, pero con una agenda de prioridades que condicionan el día a día de las empresas y de la población en general.
Como no podía ser de otro modo, la industria de la construcción no es ajena a esta lógica, aunque tiene su mirada propia sobre las señales que llegan desde la economía.Ciertamente, en algún sentido aparece la luz al final del túnel, con una relativa mejora en la actividad sectorial, volviendo en líneas generales a los niveles prepandemia, pero lejos aún de lo que fueron los mejores años de crecimiento del sector.
Hay algunas cuestiones, si se quiere, más estructurales de la economía nacional, que requieren un golpe de timón certero y urgente, según fuentes del sector.En esta lista se anotan, en primer lugar, la inflación, pero en el podio de demandas aparecen ahí nomás la reducción de la presión impositiva sobre las empresas, la baja de las tasas de interés o su contracara, el mayor acceso al crédito, la disponibilidad de insumos y hasta el acceso a las divisas para importar.Todo esto, resumido en un concepto que, no por reiterado, es menos cierto. Certidumbre y reglas de juego claras, es lo que piden casi a gritos los empresarios de la industria de la construcción.
“Más allá de circunstancias especiales, como fue el inicio de la pandemia, con gente con dinero en el bolsillo y una brecha muy interesante entre el dólar y el costo de la construcción, la obra privada en general, que es la construcción de edificios, pero también obras vinculadas a energía, telecomunicaciones o petróleo, está muy, muy tranquila”, asegura un importante referente del sector, que pidió reserva de su identidad.Aclaró que “esto, obviamente, es porque la actividad económica está muy tranquila”; y señaló que la recuperación del sector “va a depender mucho de qué pase en los próximos dos años”. Aunque, luego, se sinceró. “En particular, no creo que pase demasiado, no creo que este gobierno pueda transmitir la confianza necesaria para que la actividad económica repunte mucho y las expectativas, cambien. Me parece que va a seguir muy tranquila en este aspecto”.
Gustavo Núñez, presidente de la Cámara de la Piedra de la Provincia de Buenos Aires, destacó, por su parte, que “hoy la actividad, en promedio, está un 40% o 50% de la capacidad instalada, en torno a las 800.000 toneladas mensuales, cuando el volumen histórico se encuentra en torno a 1,1/1,2 millones de toneladas y en 2016/17 llegó a los 2 millones de toneladas al mes”.
Esta baja, que en parte se debe a la menor actividad por la pandemia, pero no exclusivamente, tiene un lado B, que no suelen mostrar las estadísticas. Es que con la recuperación de la actividad en 2016/17 se movilizaron también muchas inversiones en el sector de áridos, que hoy se expresan en una gran capacidad ociosa en la industria.
“Estamos volando bajito, hay algunas obras públicas,aunque la obra privada está paralizada”, explica Núñez. Para el empresario, hoy prima la incertidumbre, con un escenario futuro impredecible. “Vamos mes a mes, no sé qué pasará después de las elecciones”.
Cuestión de precios
En esta coyuntura, la inflación también hace su juego. Hoy en día los precios de los áridos se están moviendo a un ritmo del 3%,según Núñez, y a veces no se traslada completamente la suba de costos para poder mantener el ritmo de actividad. Sin embargo, eso tiene algunos cuellos de botella.“En los últimos meses, la energía eléctrica subió el 100%, el Gobierno dice que la tarifa se mantiene, pero le quitaron los subsidios”, explica el empresario.
Y el frente cambiario también presenta nubarrones. Es que muchas empresas habían comprado maquinarias en el exterior y necesitan acceso de las divisas. En lo que es inversión, el equipamiento se paga al tipo de cambio oficial, pero hay que atravesar varios trámites burocráticos, lo que suma demoras al proceso. Pese a ello, por norma se consigue un dólar a $102,50, en promedio.
El problema mayor está cuando hay que resolver con rapidez un tema de insumos, partes o piezas. Ahí hay que apelar a la creatividad e ir hasta el borde de la legalidad cambiaria para lograr que los repuestos o insumos lleguen rápido, lo que en la práctica supone pagar un dólar MEP, Bolsa o blue, y la consecuente “inflación en dólares”.
Para Pablo Quantín, presidente de Vial Agro, una constructora con sede en Tres Arroyos, ve como imperativo que la economía empiece a dar señales de estabilidad. “Si no se termina con el déficit fiscal va a ser muy difícil que se acomode la economía”, sostuvo en diálogo con El Constructor.
El empresario destacó que, en lo que es obra pública, hay mucho presupuesto asignado, pero no existen tantos proyectos en ejecución, “en algunos casos falta agilidad, aunque en muchas provincias la infraestructura se movió fuerte”.
Esto genera algunas complicaciones con la redeterminación de precios en los contratos, en un contexto de inflación del 50% anual. “Lo más complicado es la cuestión inflacionaria y mientras no se controle el déficit fiscal, va a ser difícil que se encuentre una solución”, subrayó Quantín.
Expectativas
Otro empresario de la construcción, en estricto off the récord, calificó el momento actual de la economía como “grave” y admitió que ve con gran preocupación la situación en el país y en la industria en particular.“La clave del país es la inversión, sin inversión no hay nada, el único combate en serio de la pobreza es el empleo, y el empleo se genera con inversión”, explicó a este medio, pero señaló que, frente a ello, el Gobierno “presiona a los empresarios y sube los impuestos”.
Consultado sobre qué puede pasar tras las elecciones legislativas, la visión del empresario fue categórica: “Si gana el oficialismo van a salir proyectos de ley en el Congreso que profundizarán enormemente la desconfianza para que los argentinos invirtamos en el país”.Tras recordar que los argentinos tienen un PBI completo ahorrado y que si eso se volcara a la producción sería una inyección de dinero fenomenal, subrayó que “ahora ya no solo se van empresas, sino también se está yendo el talento, y no a Alemania o Estados Unidos, sino a Uruguay, Chile o Brasil”.
Otro empresario que aceptó analizar la coyuntura,también desde el anonimato, señaló que “la economía va mal desde hace mucho tiempo, no es un problema del gobierno actual”.Entre los desafíos más importantes del sector dijo que el acceso al crédito es clave. “Nunca un constructor de infraestructura pública pudo tener financiamiento razonable. Si debés pagar una tasa del 40%, no tenés rentabilidad en el contrato”, explicó.Y dio un detalle más sobre algo que ya es historia: “Lo más cerca que estuvimos de tener financiamiento barato fueron los contratos PPP, es una lástima que todo eso haya ido a parar al tacho de basura”, graficó.
En la agenda económica, para lo que resta del año, pero fundamentalmente para después de las elecciones legislativas y el 2022, aparecen algunos temas calientes, con impacto directo en la economía. Algunos fueron mencionados por los empresarios de la construcción consultados y otros, no; aunque no por eso revisten menos relevancia.
En primer lugar, la inflación y su correlato en el mercado cambiario, ya dejó de ser una preocupación de la clase media. Hoy afecta a todas los precios de la economía y es un círculo que se retroalimenta sin cesar. En este juego, la cantidad de pesos que el Banco Central viene emitiendo para financiar el déficit fiscal pone un interrogante para el sector de la construcción con fecha de respuesta el 15 de noviembre, el día después de las elecciones.Si el Gobierno se decide a reducir o cortar el ritmo de emisión, la experiencia histórica lleva a pensar que entre lo primero que se cortará está la obra pública, hoy el principal motor de la actividad sectorial, según afirman en el ámbito empresarial. Si no lo hace, ya se sabe, la rueda seguirá girando pero los problemas persistirán.
Otro aspecto clave son las tarifas de servicios públicos, hoy pisadas hasta fin de año para congraciarse con el consumidor de clase media y media baja, pero que el propio Gobierno sabe que algo tendrá que hacer en ese sentido. Mientras que, el otro punto, es el arreglo de la deuda soberana con organismos multilaterales, y allí la negociación con el Fondo Monetario Internacional está anotada al tope de la agenda.
Todo indica que, finalmente, habrá fumata blanca para Navidad o los primeros días de 2022, pero la pregunta que subyace es por qué no se cerró el acuerdo que ya estaba encaminado para finales del primer trimestre de este año. Más allá del eventual “costo político” en las elecciones, hubiera contribuido y mucho a despejar las incertidumbres de la economía en 2021.