La problemática de la gestión ambiental constituye, sin duda, uno de los desafíos clave de este siglo. Por primera vez en la historia, la población urbana supera al resto y, hacia delante, esta brecha tiende a expandirse. Además, las urbes presentan ambientes sometidos en forma creciente a presiones inéditas que imponen nuevas estrategias en un escenario en continuo crecimiento.
Degradación de la calidad ambiental en general, problemas de habitabilidad, deficiencias de infraestructura y saneamiento, y déficit de movilidad y marginalidad son algunas de las graves problemáticas que se evidencian con mayor dramatismo en los países de nuestra región. La complejidad y multiplicidad de factores que intervienen en la formulación de planes, programas y proyectos (PPP) urbanos, presentan interacciones e implicaciones que resultan poco visibles a las disciplinas tradicionales del planeamiento, la arquitectura y las ingenierías en general.
LOS ESTUDIOS DE IMPACTO AMBIENTAL
En los últimos años, la normativa ambiental específica ha ido avanzando –tal vez, con excesiva morosidad– desde finales del siglo anterior, con distintas iniciativas, sobre todo, a partir de las recomendaciones de la Cumbre de Río (1992), que convocó a través de su Agenda 21 a los gobiernos locales a participar activamente en la cuestión. En nuestro país surgieron, en el ámbito provincial y municipal, normas que establecieron la obligatoriedad de las Evaluaciones de Impacto Ambiental (EIAs) para nuevos emprendimientos en los casos que estos tuvieran características, que, por su naturaleza, dimensiones o localización, se presumieran de riesgo ambiental para el medio.
Si bien las ElAs, en todo el mundo, han significado un importante avance en el tratamiento de los efectos sobre el medio ambiente generados por la ejecución de proyectos, en la práctica, estas y los estudios de impacto ambiental clásicos en que se basan presentan varias limitaciones. En muchos casos, no consideran acabadamente los impactos sociales, lo que las torna invisibles a las percepciones sectoriales negativas en relación con el proyecto o la resistencia en la opinión pública que, no consideradas adecuadamente, pueden poner en riesgo plazos, inversiones e incluso tornar inviable la propia factibilidad de los emprendimientos.
LA SITUACIÓN NORMATIVA EN ARGENTINA
Al mismo tiempo, la ciudad –como fenómeno complejo en el que se producen y materializan múltiples intervenciones– da lugar a la aparición de efectos sinérgicos y acumulativos difícilmente previsibles, mediante una EIA. Otra falencia destacable y sumamente habitual deriva del momento en el ciclo proyectual en que se efectúa la evaluación.
Al respecto, cabe señalar que muchas de las cuestiones ambientales más críticas resultan de un tratamiento más eficaz cuando son consideradas en las instancias iniciales del proyecto, es decir, mucho antes de que este se haya formulado y, por lo tanto, mucho antes de su evaluación. En este sentido, la normativa más generalizada en la Argentina incorpora a las instancias de evaluación sobre el final del proceso, cuando todo ya está definido, y resulta altamente conflictivo plantear reformulaciones sustantivas al proyecto.
Pero así como es importante repensar las herramientas de evaluación aplicadas a los proyectos en su instancia de formulación, también resulta necesario revisar la gestión ambiental en las etapas posteriores a las EIAs. Con relación a esto, debe destacarse que las conclusiones y recomendaciones que se cristalizan habitualmente en medidas de mitigación y en un plan de gestión ambiental no siempre son instrumentadas en tiempo y forma por los responsables del proyecto; ni en las etapas preoperativas –preparación de los proyectos y construcción– ni en la operativas –funcionamiento–.
Además, la mencionada dinámica y complejidad del medio urbano requiere cada vez más de controlar, monitorear –y eventualmente– tomar medidas de acción que eviten o minimicen efectos negativos y potencien los rasgos positivos.
LAS BUENAS PRÁCTICAS AMBIENTALES
Las BPA –así las llamaremos– son útiles por su cercanía, bajo costo y aplicabilidad, además de que sus resultados se observan rápidamente. A cambio, se requiere la adopción de nuevos hábitos, que no siempre es fácil de lograr en las empresas y personas.
Las guías permiten resolver de una manera accesible la inquietud que el problema de la sustentabilidad en la construcción nos presenta día a día; es que aquello que sabemos que es importante hacer, no es adoptado por quienes ejecutan las obras.
Como cita el Manual de BPA de la Municipalidad de Rosario: “Las buenas prácticas ambientales para el sector de la construcción son herramientas de simple aplicación, de concreta utilidad y de bajo costo específico. Colaboran en la disminución de los costos directos, lo que aumenta la eficiencia del consumo de materiales e insumos, y el rendimiento de la mano de obra. Con estas prácticas, se obtienen resultados rápidos y concretos, contribuyendo siempre a alcanzar el objetivo fundamental del desarrollo sostenible”.
Estas medidas no son costosas y solo implican el cambio en la metodología de producción y la “reconfiguración” de algunos hábitos instalados. En general, todas las BPA de este tipo pueden adecuarse a diferentes escalas y resolverse con diferentes recursos. Los objetivos que se pretenden alcanzar con la implementación de las BPA son: reducir el consumo de los recursos naturales, tales como agua, energía en general y materias primas; disminuir la cantidad de residuos producidos e incentivar la reutilización; achicar las emisiones de sonidos, efluentes y/o productos químicos; implementar la responsabilidad social empresaria y mejorar su opinión en la comunidad; desarrollar obras amistosas con el entorno. En líneas generales, se pretende que la adopción de las BPA permita al constructor optimizar la gestión total de la obra.
LOS MANUALES DE BUENAS PRÁCTICAS AMBIENTALES DE LA CAMARCO
Es posible inferir que los flujos de trabajo en la construcción no siempre ayudan a tener una visión global del proceso, lo que quita la posibilidad de ver los efectos de lo que hacemos o dejamos de hacer. Al perder la perspectiva completa de la construcción, también se pierde la capacidad de decisión. La incumbencia de cada uno de los pasos del proceso constructivo es pequeña si se la compara con toda la cadena de valor; lo mismo se podría decir acerca de algunos de los materiales y tecnologías empleadas en la actualidad. ¿Cómo un constructor va a influir en el proceso de producción del cemento o de un ladrillo? Parece que hay poco por hacer con incumbencias acotadas y tecnologías pensadas para otro contexto mundial.
Es necesario desarrollar nuevos materiales, es necesario mejorar los procesos y las tecnologías. Mientras tanto, en la actualidad y bajo este contexto, se puede trabajar de manera más amigable con el ambiente y la sociedad.
Por ello, la Escuela de Gestión de la Cámara Argentina de la Construcción está realizando una serie de documentos como un acercamiento a la reducción del impacto ambiental a través de cambios en la obra. Hasta el momento, se han publicado tres módulos, definidos según la escala y tipología de obras: módulo 1. Viviendas Multifamiliares; módulo 2. Obras en la Vía Pública; módulo 3. Obras en Zonas Extraurbanas.
Además, la Escuela dictará un curso con el objetivo de implementar estas ideas para llevar adelante la gestión medioambiental de las obras de manera exitosa. El mismo comienza el martes 6 de septiembre de 17.30 a 19.30 hs., y serán cinco encuentros dictados por el Arq. Juan Carlos Angelomé.
ARQ. JUAN CARLOS ANGELOMÉ (EL AUTOR ES ARQUITECTO DE LA UNIV. DE MORÓN, POSGRADO DE ESP. EN REALIZACIÓN DE OBRAS. DIRIGE LA CARRERA DE ESPECIALIZACIÓN EN PRODUCCIÓN Y GESTIÓN DE OBRA).