Imagina por un momento que te encontrás atravesando una gran tormenta en un barco ubicado en el medio del océano. Ves cómo se avecinan olas inmensas, el viento sopla con fuerza. La incertidumbre y el miedo comienza a apoderarse de vos y del resto de la tripulación que te acompaña. Estás al mando, pero no tenés un mapa detallado ni una brújula que te indique el camino preciso a seguir. La tormenta, impredecible y desafiante, te obliga a tomar decisiones en un terreno desconocido.
Ahora, imaginemos un contexto de características similares, pero en la vida real; donde muchos líderes se encuentran navegando por mares turbulentos de cambios y crisis. Dependiendo del estilo que lo caracterice, cada persona que ocupa espacios de responsabilidad tenderá a transitar los desafíos de diferentes maneras. Y cada ola representará una oportunidad de aprender y fortalecerse mutuamente.
Uno de los aspectos más valiosos de los periodos de crisis es la rapidez con la que se generan cambios. La necesidad de encontrar soluciones rápidas impulsa la creatividad y fomenta la búsqueda de nuevas formas de abordar los problemas.
En el mundo de la construcción, esto puede traducirse en la adopción de tecnologías innovadoras, la mejora de procesos de construcción sostenibles o el desarrollo de nuevas habilidades para enfrentar desafíos inesperados.
En contextos desafiantes, algunos apelarán a ser reactivos, motivados por sus impulsos, poco reflexivos, desbordados emocionalmente, desequilibrados por una gran fuga de energía y estrés que les impide poder usar sus recursos y herramientas de manera eficiente en pos de encontrar soluciones efectivas y colectivas.
Otros buscarán ser más cautos, abiertos a las miradas y consideraciones del resto de los integrantes del equipo. Humildes a reconocer sus propias limitaciones. La humildad se convierte así en un pilar fundamental del liderazgo en tiempos de crisis. Admitir desconocimiento no es una debilidad, sino una muestra de autenticidad. Al reconocer que no poseemos todas las respuestas, creamos un espacio propicio para el aprendizaje, tanto personal como colectivo. Este enfoque desmitifica la figura del líder omnisciente y fomenta la construcción colaborativa de soluciones.
En este contexto, el líder no solo aprende de fuentes externas, sino que también descubre el potencial de aprendizaje dentro de su equipo. La diversidad de experiencias y perspectivas dentro del grupo es una mina de conocimiento. En lugar de ver la crisis como un obstáculo, se convierte en la llave que abre la puerta a un intercambio genuino de ideas y experiencias.
El aprendizaje no se limita a la adquisición de habilidades técnicas, sino que se expande hacia la inteligencia emocional y la empatía. El líder que comprende las preocupaciones y necesidades de su equipo construye no solo una fuerza laboral más efectiva, sino también un entorno propicio para el aprendizaje continuo. La conexión humana se convierte en la fuerza impulsora de la resiliencia organizativa.
La inteligencia emocional y la capacidad de gestionar el estrés son habilidades igualmente cruciales. Aprender a mantener la calma en situaciones difíciles y liderar equipos de manera efectiva son competencias que pueden marcar la diferencia en la calidad de los proyectos y en el bienestar general de los profesionales de la construcción.
En tiempos de crisis, un equipo puede experimentar una amplia gama de emociones, ya que la incertidumbre, la presión y los desafíos inesperados pueden generar respuestas emocionales diversas. Algunas de las emociones que los miembros de un equipo podrían experimentar son:
- Ansiedad: la incertidumbre y la falta de claridad sobre el futuro pueden generar ansiedad. Los miembros del equipo pueden preocuparse por la seguridad laboral, el impacto en los proyectos y la estabilidad general.
- Miedo: la percepción de amenazas a la estabilidad y la seguridad puede despertar el miedo al cambio, a la pérdida de empleo o a no poder cumplir con las expectativas puede ser una emoción común.
- Frustración: los obstáculos imprevistos y la falta de recursos pueden llevar a la frustración. La incapacidad para resolver rápidamente los problemas puede generar tensiones y sentimientos de impotencia.
- Incertidumbre: la falta de información clara sobre el futuro puede dar lugar a la incertidumbre. Los miembros del equipo pueden sentirse desconcertados acerca de qué pasará y cómo afectará a sus roles y responsabilidades.
- Fatiga: la presión constante y la necesidad de enfrentar desafíos pueden provocar fatiga emocional y física. Los miembros del equipo pueden sentirse agotados por la intensidad del trabajo y las demandas emocionales.
- Motivación: la crisis también puede despertar la motivación. La necesidad de adaptarse y encontrar soluciones puede impulsar a algunos miembros del equipo a trabajar más arduamente y colaborar de manera más efectiva. Aquí pueden aparecer personas que ante la adversidad demuestren mayor claridad y tendencia a la búsqueda de la superación; inspirando así al resto del equipo.
- Solidaridad: en tiempos difíciles y desafiantes, algunos pueden fortalecer los lazos dentro del equipo. La comprensión compartida de la dificultad puede generar solidaridad, colaboración y apoyo mutuo. Aquí podremos ver personas más sensibles con una vocación de construcción conjunta.
- Creatividad: la necesidad de adaptarse a nuevas circunstancias puede estimular la creatividad. Los desafíos pueden inspirar soluciones innovadoras y enfoques originales para resolver problemas. Algunos colaboradores pueden experimentar una mayor facilidad para encontrar nuevas formas de hacer y/o mejorar los procesos.
- Resiliencia: a medida que el equipo enfrenta y supera desafíos, puede desarrollar una mayor resiliencia. La capacidad de recuperarse de las dificultades fortalece la cohesión del equipo y su habilidad para enfrentar futuras adversidades.
Estas emociones pueden coexistir y evolucionar a lo largo del tiempo a medida que el equipo se adapta y encuentra formas de superar los desafíos. El papel del liderazgo es crucial para abordar estas emociones de manera efectiva y fomentar un entorno que promueva la salud emocional y el aprendizaje colectivo.
Por esta razón es de total importancia que el líder pueda abrazar los desafíos como oportunidades de aprendizajes. Aquellas crisis que vienen a traer una desestabilización temporal, reclaman la búsqueda de un nuevo equilibrio, un nuevo orden. Los obstáculos no son barreras sino una plataforma para el desarrollo. Cada reto presenta una lección, y cada – aparente – fracaso, una oportunidad de mejora.
La capacitación y la actualización constante son fundamentales para aprovechar al máximo este potencial transformador. Destinar tiempos de calidad y construcción de espacios interpersonales con el equipo, será un recurso a tener en cuenta para conocerse y reconocer sus fortalezas y debilidades. Identificar en dónde es bueno cada uno, y de qué manera puede aportar al equipo en pos de atravesar cualquier tormenta venidera. Algunas veces saldrá bien, otras tal vez no; pero si se mantiene el foco en seguir aprendiendo juntos el cómo hacerlo mejor, será un espacio ganado para todo el equipo tanto en el momento presente, como en el futuro.
La construcción no se trata solo de erigir edificaciones físicas, sino también de construir fortaleza, adaptabilidad y sabiduría. Aprovechar esos momentos para invertir en los equipos y en el futuro de la construcción, convirtiendo cada desafío en un peldaño hacia el éxito duradero.
Por DAIANA SOLEDAD RAMIREZ (La autora es licenciada en RRPP – COACH ONTOLÓGICO, EJECUTIVO Y ESPECIALISTA EN LIDERAZGO CONSCIENTE)