Por MONICA ARROYO – La minería en Argentina suele estar atravesada por prejuicios e información incompleta. En esta entrevista, el ingeniero Roberto Massa coordinador del libro, “La Minería en Argentina” aborda los principales mitos que pesan sobre la actividad, entre ellos el uso del agua o la utilización de sustancias tóxicas. Massa aporta una mirada técnica y datos para comprender qué hay de cierto detrás de las críticas.
La publicación aborda los temas delicados en torno a la actividad extractivista, ¿Cómo se gestó la elaboración de este trabajo?
Este libro se empezó a pensar un año antes de la pandemia y partió la idea de que el Centro Argentino de Ingenieros está siempre para promover y difundir la profesión. En el mundo de la minería se escuchaba mucha información que parecía sesgada en algunos casos y por ese motivo tomamos como objetivo generar un documento que se transformó en un libro finalmente. Lo que fundamentalmente buscábamos era que se analizaran los temas difíciles de la minería. Para hacer ese trabajo empezamos a preguntarnos ¿cuáles son los temas de los que todo el mundo habla, lo que se escucha, lo que se critica o se tiene miedo o son conflictivos? Entonces, en función de eso armamos un equipo que coordiné. Esta fue una iniciativa para tener una cantidad de profesionales del nivel que hacía falta para encarar el documento como lo queríamos hacer. Insulso trabajamos en conjunto con la Academia Nacional de Ingeniería. Convocamos a expertos internacionales en los temas que eran conflictivos pero que no necesariamente tenían que tener experiencia en minería. Les quisimos dar una mirada técnica, profesional con referentes del tema en el mundo o en Argentina, pero que no fueran del negocio propiamente de la minería para que no hubiera, ningún favoritismo, por así decirlo. Y ahí convocamos a gente del mundo de la academia, se armó un grupo con ingenieros, geólogos, especialistas en medioambiente, en agua, y también convocamos a gente del mundo de la economía y del derecho; el libro empieza haciendo una una introducción del marco legal, de las buenas prácticas y el aporte a las economías. Eso como una introducción general del impacto que tiene la minería desde el punto de vista de cómo ha mejorado la calidad de vida y el ingreso en otros países. Si uno mira el índice, se da cuenta que tratamos temas difíciles como el uso de sustancias químicas, operaciones a cielo abierto, glaciares y ambiente periglaciar, uso y consumo del agua, gestión de residuos sólidos, presas de relaves y cierre de minas. Esos son los temas que nosotros identificamos que tenían mucha información que no parecía ser certera.
El equipo de investigación fue heterogéneo en cuanto a las áreas de conocimiento, ¿cómo fue la coordinación del trabajo y que aporte le dió cada materia al resultado final?
Hubo mucho compromiso de los profesionales en estudiar la minería y cada uno de estos temas desde el punto de vista de la especialidad de cada uno. El análisis del consumo de agua se hizo en conjunto y teníamos, además, un especialista a nivel mundial sobre este punto. Lo mismo en las otras materias. Se vio, primero, que hay buenas prácticas en el mundo de esta actividad y que el punto de discusión no es “minería sí o no”, sino cómo se desarrolla la minería. La conclusión más importante es que se puede hacer extractivismo, pero sobre tres patas: un crecimiento económico en esa zona, la generación de equidad social y la protección al medio ambiente. Coincidimos que sin estos pilares -no se debe excluir a ninguno- más una técnica favorable, las tecnologías y una buena ingeniería, los proyectos se pueden cumplir. Con una adecuada planificación de todos estos ámbitos se puede lograr. Este libro nos da la respuesta de cómo hacer minería para que se convierta en una industria sustentable y nos pareció importante. Un caso testigo que se puede mencionar es el de Australia; donde empezó la industria. Hoy, en este país, son más grandes los ingresos que generan los segmentos que rodean a la extracción que la minería en sí. Los fabricantes de equipos, de maquinarias y demás que exportan producen un número muy grande.
A las posibilidades de hacer obras de extracción sustentables se suma que Argentina está ubicada sobre un suelo rico en minerales, ¿qué dimensión tienen los yacimientos nacionales?
A mí, personalmente, me impactó mucho un dato de Chile que es un país muy maduro en todo el tema de minería y se dedica a esto desde hace muchísimas décadas. En 2029, ellos exportaron, solo en cobre, el doble que nosotros en soja. Uno mira eso y piensa que tenemos la misma cordillera. Nosotros, además, tenemos el Macizo del Deseado en Santa Cruz, toda la planicie del sur, dónde hay oro y plata, Chile no tiene todo eso. Y, sin embargo, lo nuestro no llega a ser un décimo de lo que hacen ellos. Entonces, uno piensa: ¡qué oportunidad! Parte del libro habla un poco sobre eso, nos parece que podemos hacer una Argentina más sustentable también. La exportación es el salario de un país y la minería puede ser un gran contribuyente, en definitiva, mejorará la calidad de todos los argentinos.
El libro aborda los prejuicios en torno a la actividad minera, ¿cuáles cree usted que son los puntos más cuestionados?
Uno de los más sensibles, incluso para la gente, es el tema del agua. Cuando uno va a los datos, en Argentina la minería utiliza solo el 1% del consumo total. El 70% se van a las actividades agrícolas, el 10% a la ganadería, el 13% al uso humano y el 7% a la industria. Es decir, el número habla por sí solo. En Argentina, la minería no está tan desarrollada como en otros países. Y en esos lugares donde está ultra desarrollada, el consumo es el 2% del total. De la investigación surgió que la minería más grande de oro y plata es de Veladero, en la provincia de San Juan y ahí se emplea tanta agua como la que tiene permiso usar una finca de 60 hectáreas. Entonces, cuando uno ve los números, no parece que “se lleven el agua” como dicen muchos. Otro mito es el empleo de cianuro y otras sustancias, que por cierto son peligrosas y nadie lo niega, pero toda la industria maneja sustancias peligrosas. La producción de petróleo y gas, la textil y la mayoría de las fábricas usan químicos peligrosos y diría, incluso, más peligrosas que las que se usan en la minería. El tema es cómo uno gestiona y para eso hay técnica, tecnología y normas para que eso pueda hacerse adecuadamente. Uno ve países como Chile, donde hace 40 años que no hay ningún accidente grave con este tipo de temas y vuelve a pensar en el “cómo”. ¿Se puede hacer la minería bien? Tal vez hay un prejuicio grande, porque es cierto que como muchas otras industrias en el siglo XIX la seguridad de las personas no era una prioridad. Hoy eso no es un tema de debate. Como dije antes, tienen que coexistir las tres patas del crecimiento económico: la actividad social y el respeto por el medio ambiente, sin eso no se puede hacer. Otra cosa que destacamos mucho en el libro y a la que le dedicamos un capítulo entero es la normativa que hay a nivel local y a nivel mundial de buenas prácticas para hacerlas bien.
¿Por qué cree usted que se han instalado estos falsos juicios con tanta fuerza en la opinión pública y de dónde proviene esta desconfianza social?
Creo que históricamente hay industrias que han generado problemas, pero esas actividades hoy han cambiado la tecnología. Después, creo que hay mucha ideología en los comentarios que se hacen con muy poco dato, pero son percepciones, no soy un especialista en ese sentido como para afirmar qué es lo que lleva a que la gente tenga esa idea. Algunos son activistas antimineros. Es difícil entenderlo, uno puede pensar en que la gente hace todos sus esfuerzos para que se realice bien. En Chubut tenemos uno de los depósitos de plata más grandes del mundo y no se puede explotar, está en el medio de la nada. Con buenas prácticas se puede hacer perfectamente y mejoraría enormemente la calidad de vida de todos los habitantes de la provincia. La minería federaliza mucho. Los yacimientos son lugares remotos donde es difícil que vaya gente y su explotación lleva al desarrollo de esos sitios. Por otro lado, el 30% de las cosas que tienen frente a sus ojos las personas que denostan la actividad extraccionista no serían posibles si no hubiera minería. O sea, habría que sacar el teléfono, las computadoras, la medicina actual no tendría el desarrollo que tiene. No tendríamos un barco, un auto, no tendríamos los cables eléctricos de la casa, no tendríamos la cañería que nos lleva el agua. Entonces, uno se pregunta: “¿Cuál es el fondo?” Realmente me cuesta entenderlo.
Esa contradicción y falta de reparo en los materiales con los que se confeccionan elementos de uso diario es contundente, ¿por qué cree que sucede esto?
Yo creo que es desinformación y ese es un poco el objetivo de este libro. No hay ideología, no hay nada, si hay datos duros de cómo se hace, de cómo se puede hacer, como uno analizaría cualquier industria y ver si con las buenas prácticas que se proponen en el mundo se puede hacer bien y la conclusión es que sí. Los temas que tocamos en el libro son aquellos en los que pudimos evaluar que se habla sin datos. Sobre el agua y las sustancias químicas o peligrosas hicimos un estudio en profundidad y notamos que se pueden desarrollar de muchas formas.
¿Qué otros prejuicios recurrentes atraviesa la minería?
Otro tema muy importante es el cierre de minas. Es decir, cómo tiene que quedar el lugar de la extracción al finalizar la explotación para que quede lo más amigable ambientalmente posible con todo el ecosistema que lo rodea. Cuando se presenta un proyecto de minería en la prefactibilidad y estudio de impacto ambiental, se tiene que aclarar también cómo va a ser el cierre. A veces es un proceso que se va a hacer a 30 años después de la apertura y se tiene que prever su costo. Hoy, muchas cosas están reglamentadas y antes tal vez no estaban; es por eso que la minería se puede hacer. Otro asunto tiene que ver con los diques de presas, de relaves o diques de cola. Se han visto accidentes muy grandes en Brasil lugares como estos que han colapsado. En todos los casos fueron mala práctica profesional de diseños. Pero no por eso se dejan de hacer presas, hay que intensificar más los controles en algunos lugares en los que es necesario que se intensifiquen si se diseñó o construyó de forma correcta.
Según su criterio y experiencia, ¿Qué hace falta para bajar el nivel de desconocimiento y evitar la desconfianza social?
Yo creo que educación y difusión. Ninguno de los que trabajamos en este libro venimos exclusivamente del mundo minero y creemos que se debe hacer un esfuerzo más grande en difundir cómo la actividad puede hacer o ayudar al desarrollo fuerte de toda la sociedad en términos económicos y sociales. Yo entiendo que falta difusión.
En cuanto al aporte de los proyectos mineros a las regiones donde se lleva adelante, ¿Cómo se articula el trabajo y la convivencia con las comunidades locales?
Esto es parte de lo que dije al principio y tiene que haber un crecimiento económico de la zona, que genere equidad social y que eso sea sustentable. Es importante que cuando la mina deje de funcionar deje activadas otro tipo de industrias. Como sucede en Australia, donde claramente se deja una mejor calidad en todos los sentidos. Por ejemplo, en los lugares donde se están poniendo las minas de las explotaciones de litio, se empezaron a mejorar los caminos, empieza a llegar electricidad, empiezan a llegar una cantidad de servicios, los campamentos pasan a ser mini ciudades. Empiezan a consumirse hoteles, servicios, empresas de gastronomía, es decir, hay todo un ecosistema que un plan minero mueve y que es impresionante. Asentamiento de minería grande puede tener una población de casi 5.000 personas. Es levantar una ciudad en un lugar donde no hay nada, claramente mejora la calidad de vida de toda la gente que está en esa zona, sin duda.
Tomando el tema del litio, ¿Qué potencial tiene ese segmento de minería en Argentina?
Ya es una realidad. La cantidad de proyectos que se están haciendo en la Argentina es enorme. Se habla un poco sobre el impacto. Uno va a Jujuy y no encuentra hoteles, están completos, pero no por el turismo, por la cantidad de gente que ha traído el negocio del litio a toda esa zona. Lo mismo va a pasar en San Juan. Hay varios proyectos de cobre muy grandes. Ambos productos son un regalo de Dios que tenemos en Argentina y que se conjuga con la transformación energética para evitar toda la contaminación. Las plantas eólicas, baterías y parques solares van a necesitar cobre y litio. Tenemos ambos y en cantidades. Es un tema de decisión, de tener reglas claras en un país en el que no hay, porque la minería tiene impresión a muy largo plazo, necesita normas de estabilidad a largo plazo que es de lo que la Argentina carece desde hace décadas.
¿Cuáles son las medidas oficiales necesarias para lograr una minería sustentable?
Creo que la principal es tener una política pública a largo plazo. Cualquier persona -ya sea que venga desde afuera o desde Argentina-, en el caso de la minería es un inversor. Las más grandes son las que normalmente llegan de afuera, pero también hay posibilidades de inversiones chicas para las que hay muchos argentinos interesados. Estas son apuestas a muy largo plazo que necesitan una estabilidad fiscal muy importante y eso en Argentina no se ha tenido desde hace décadas. Un ejemplo es el cepo de los últimos 10 años, ¿quién trae plata a un país donde uno invierte, pero no puede sacar las ganancias? Ese era un tema clave, es el primer paso que dio el país para que cualquiera que traiga inversión tenga la libertad de llevarse los dividendos después de haber pagado todos sus impuestos y cargas laborales. Que los pueda llevar al exterior. Después están las provincias donde no está permitida la minería y que, claramente, deberían rever eso en función de que es algo que se puede hacer bien. No hay motivos para que esté prohibida.
¿Qué otro reclamo puede haber desde el sector hacia el Gobierno para fomentar el financiamiento de las obras?
No otro pedido. Creo que la continuidad es lo más importante, la estabilidad en las reglas del juego. Argentina tiene que cambiar esa modalidad de que si cambia el signo político, cambian las reglas del juego. Para cualquier inversor es una situación de incertidumbre que hace que no esté dispuesto a depositar su dinero acá. El riesgo país de alguna manera es la sobretasa que nosotros tendríamos que dar de beneficio como para que alguien se animara a aportar. Sería un equivalente y es muy alto, con lo cual es difícil que alguien venga a invertir hasta que no empiece a ver que tenemos un plan como país a largo plazo donde ciertas normas se respeten. En lugares como Chile, ha gobernado la izquierda, ha gobernado la derecha, pero hay una ruta. Acá no tenemos esa ruta, tenemos que tener un solo camino por el que vaya el país y que tenga matices de acuerdo a la ideología o al pensar económico. Pero sin salirnos del rumbo, porque entonces no tenemos previsibilidad. Lo más importante que necesita Argentina es la previsibilidad.
Dentro del país, ¿Cuáles son las provincias que concentran la mayor cantidad de campamentos extraccionistas?
Hoy las que más concentran actividad minera son Santa Cruz y San Juan. Mendoza tiene un potencial minero enorme, pero no prospera la minería. Y después tenemos otras provincias como Chubut y La Rioja. Y también tenemos siete provincias donde está prohibida la minería.