El economista, escritor, ensayista y otrora funcionario público, Eduardo Sguiglia, considera incomprensibles los retrasos en la finalización de algunas obras de infraestructura nacionales y provinciales. En esta charla, repasa los últimos períodos de los distintos gobiernos y su relación con la obra pública y realiza una profunda reflexión acerca de la necesidad de lograr acuerdos políticos en relación a 4 o 5 temas relevantes para mantener la calidad de vida de las personas.
Usted es un minucioso observador de grandes temas que atraviesan a la sociedad. La obra pública es uno de ellos. ¿Qué datos sobre esa actividad motivaron sus reflexiones acerca de la demora en la finalización de las mismas?
Como alto funcionario que alguna vez fui, lo cual me permitió haberme desempeñado en el área de obras de infraestructura pública es una pregunta que siempre me hice. Durante mi mandato me topé constantemente con proyectos atrasadísimos y entonces comencé a preguntarme por que Argentina tiene una media tan baja en la consumación de las grandes obras de infraestructura. Últimamente, se sumaron todos los problemas derivados del gasoducto Néstor Kirchner en el cual, si usted toma como referencia el gasoducto del Noroeste, ve asombrosamente que, más allá de las complicaciones per sé, estamos hablando de un tipo de suelo que es una planicie dónde no hay escollos y dónde no deberían haber demasiadas trabas técnicas para su concreción. Sin embargo, pasan los años y esa obra tan necesaria no se concreta. Allí es dónde nace mi reflexión más actual sobre este tema. A nivel más local y para poner un ejemplo, hubo en Capital Federal, hace unos años, un debate sobre 6 o 7 kilómetros de una autovía que corre paralela al aeroparque que estuvo años y años sin concretar y ni hablar de la autopista ribereña. Frente a estas cosas no es un estado de preocupación lo que tengo pero sí de reflexión y de asombro. Hace más de 25 años, tuve la misma competencia que tiene hoy el ministro Gabriel Katopodis pero en ese momento era a través de una subsecretaría. Le estoy hablando del período comprendido entre 1996 y 1998 aproximadamente, y ya en ese entonces las obras de infraestructura básica presentaban problemas en su ejecución y concreción.
RESPONSABILIDAD PÚBLICA Y PRIVADA
Este retraso es, en general, un problema que se manifiesta en todas las áreas. En la vial, la ferroviaria, la de energía, aeroportuaria, etc. Y déjeme decir que no compete solo al sector público, sino también a la actividad privada. Cuando trabajé en el ente regulador de aeropuertos, por ejemplo recuerdo que había contratos de concesión dónde los obstáculos y retrasos en las obras por parte de los privados era fenomenal. Yo reconozco que es un tema complejo porque fallan los presupuestos, las gestiones y los contratos, entre otras tantas cosas, pero la responsabilidad es de ambos lados.
¿Qué papel juega la burocracia en este sentido? Usted dice que faltan técnicos que sepan armar pliegos, realizar auditorías y evaluar ofertas. ¿Por qué cree que sucede esto?
Hubo una migración importante desde lo institucional y con esto quiero decir que el sector público ha sido muy volátil porque la capacidad técnica del estado y de sus instituciones disminuyó notablemente. En esos años en los que fui funcionario público, por ejemplo, en Vialidad Nacional, teníamos a los mejores ingenieros viales, y estoy seguro que aún existen ese tipo de profesionales pero también advierto que el Estado sufrió muchos cambios. Por un lado, los cuadros técnicos han sido golpeados por la falta de incentivos y la inestabilidad y por el otro, hay áreas que son exclusivamente técnicas donde la política tiene poco que hacer ahí. Es correcto y esperable en democracia que la clase política ocupe cargos en el Estado pero está mal que avancen con malas decisiones sobre estamentos e instituciones en los que no deberían avanzar. Los recursos humanos que hay en el estado, pierden el incentivo y migran; ese es un problema relacionado con la modernización pero también con la organización del Estado.
¿Cómo influyen los cambios de gestión y las distintas valoraciones sobre la relevancia de una obra de infraestructura en la continuidad de las mismas?
Mire, cuando yo llegué a esta tarea, el proyecto que luego se concretó del Puente Rosario Victoria, estaba a cargo de un solo ingeniero y él había visto desfilar un montón de funcionarios, entre los cuales algunos decían que sí a la obra, otros decían que no y otros estaban dudosos. Si uno considera que era un puente de semejante necesidad y magnitud para la Argentina, dado que la única conexión con Brasil y el Mercosur era el puente Zárate/ Brazo Largo – más los problemas que tenía en ese entonces el túnel subfluvial- no comprende cómo era posible que hubieran siquiera dudas sobre la pertinencia de llevarlo a cabo. Sin embargo, había atrasos y retrocesos que no hacían posible su concreción. Tanto la dirigencia política como la privada deberían consensuar un conjunto de obras de infraestructura muy necesaria y mantener las previsiones presupuestarias y la dirección técnica de las obras hasta que se finalicen. Debe primar una actitud de consenso, debate y acuerdo previo sobre esos temas y eso es algo que hoy no sucede en Argentina. No sucede porque hay presiones de las provincias y de algunos sectores en relación a la prioridad de las obras. Yo creo que esa decisión debería surgir de ese consenso.
Hay una especie de pelea que yo no comprendo muy bien relacionada con que: todo aquello que haya impulsado mi oponente político debe deshacerse por completo y volver a plantearse. Eso genera pérdidas de tiempo, económicas y trae un enorme perjuicio para la ciudadanía que necesita esas obras. En lo que dura ese proceso los cuadros técnicos del Estado se desaniman y deciden probar suerte en otros espacios y la realidad es que el Estado necesita a los mejores en la materia, debemos salir a buscarlos a las universidades, no perder a los mejores cuadros que tenemos. Al Estado le cuesta años recomponerse una vez que esos talentos humanos se pierden. Y luego están las dirigencias de los organismos; creo que allí, más allá de repartir cargos de gente que no está formada técnicamente para dirigir ministerios tan importantes, hay que buscar al que mejor conocimiento tenga. Debe haber una buena combinación entre un cuadro técnico y un dirigente político. Tiene que tener ambas cualidades.
¿Cómo podría describir las gestiones de gobierno de los últimos 30 años en relación al avance de la obra pública?
No fueron todos lo mismo pero sí han estado todos marcados por la deriva que ha tenido el estado argentino. Primero y ante nada, producto de la interrupción institucional por parte de las dictaduras militares, las cuáles lisa y llanamente estropearon la organización estatal hasta destruirla. Luego, con la llegada de la democracia, hubo vaivenes, avances y retrocesos en la calidad institucional. Y si observo los últimos años, la grieta y la polarización han sido tales que no se ha podido consolidar una estructura técnica como corresponde en el Estado argentino. La falta de continuidad, el recambio de los planteles y la desorganización no han contribuido en nada a esta problemática. Y es paradójico porque tanto la coalición de gobierno como la de la oposición valoran el rol del Estado; sin embargo no hubo una construcción institucional acorde a lo que la Argentina necesita. Creo que ninguno ha tenido una organización correcta.
¿Cómo valora el proyecto de las PPP impulsado por el gobierno del Ingeniero Mauricio Macri?
Lo que sucedió es que Argentina no tiene la estabilidad macroeconómica suficiente para plantear iniciativas como las PPP -Participación Público Privada- porque para ello se requiere de un endeudamiento bajo y eso era imposible en ese momento. El fracaso de ese proyecto era previsible. Esas iniciativas privadas requieren de estabilidad económica, de plata barata y de financiamiento asegurado, tres condiciones que en ese período político no había. A mi juicio, la idea estuvo mal concebida de entrada.
Y en relación a los gobiernos Cristina Fernández de Kirchner, ¿cuál es el balance que hace?
En esos períodos, sobre todo los dos últimos, ha habido claroscuros. Hubo aciertos y algunos errores pero en el balance general, el resultado es pobre. Hay ciertas obras, por mencionar sólo algunas, que llevan años. La descontaminación o saneamiento del Riachuelo, es una; otra es la que tiene que ver con el control de inundaciones; es necesario también un mejoramiento de la red de caminos rurales y la optimización de los pasos fronterizos o los cruces por ciudades que generan caos de tránsito. Le voy a decir algo: el presupuesto argentino no da para prever un gran desembolso para obras de infraestructura, entonces, a mi juicio, debe haber un consenso por parte de las principales coalisiones políticas sobre un conjunto de obras de infraestructura con orden de prelación. Una vez establecido ese orden, aquellas que tienen consenso por parte de todos los actores políticos y que además puedan financiarse de manera correcta, hay que hacerlas. Si se cuenta con buenos equipos técnicos que las pueden llevar a cabo y con contratos que penalicen incumplimeitos ese objetivo se puede lograr. La corrupción en el área de infraestructura es un problema histórico pero soy optimista y creo que hay posibilidades de enderezar la situación. Así como hay funcionarios y también empresarios corruptos, los hay honestos, entonces, si además consensuar este grupo de obras se establecen mecanismos de fiscalización transparentes la cosa se puede encauzar.
¿Cuál cree que es la gran deuda en materia de obras de infraestructura?
Hay decenas de problemas pero hay uno que me llama la atención. Tiene que ver con la cantidad enorme de cruces por ciudades que no se resuelven. Esos cruces, muchas veces, pasan por el medio de ciudades muy importantes, muchas de ellas capitales, con enorme cantidad de vehículos, generando caos de tránsito, demoras, accidentes y mala calidad de vida para las personas. Hay tramos donde no es necesario hacer grandes autovías sino que se puede resolver con cruces. Esas pequeñas obras, que considero que podrían hacerse rápido, fácil y con un presupuesto razonable, es incomprensible que no se realicen.
Usted, ¿es optimista en relación a un posible consenso de los sectores políticos y de grupos de interés sociales en relación a ciertos temas en los que hay que trabajar mancomunadamente?
Lo deseo realmente. Ojalá haya un consenso porque saldremos adelante si nos ponemos de acuerdo en 5 o 6 temas relevantes. Si usted visita otros países y les pregunta sobre los problemas que tienen que resolver, le puedo asegurar que no tienen 20 ni 30, tiene 200. Nosotros, aunque cueste creerlo -porque venimos barranca abajo-, tenemos menos de 10 problemas. Grandes, sí, pero insisto en que podemos resolverlos. Se tiene que generar acuerdos alrededor de la problemática de la inflación, de la senda de crecimiento económico, de la educación, la salud y agregaría la vivienda y la infraestructura. Es como un bloque junto de problemas, que no son menores, claro, pero que resolviendo de a uno a la vez, mejorarán los que siguen. Por otro lado, y en relación al correcto funcionamiento del Estado para que esto suceda, considero que hay que hacer un gran acuerdo nacional en el que se establezca que debe haber 10 o 12 organismos que tienen que ser manejados por cuadros técnicos idóneos y con el conocimiento exacto sobre la materia que, además, deben ser manejados por concursos públicos. De ello depende la continuidad de muchos proyectos y programas que se impulsan desde el Estado para no tener que enfrentarnos una y otra vez al borrón y cuenta nueva cada vez que asume una nueva coalición de gobierno. Me refiero a organismos como Anses, Pami, Vialidad Nacional, Banco Nación, Aerolíneas Argentinas y algunos otros más.