Inflación, déficit fiscal, tarifas y brecha cambiaria son las principales variables para monitorear el próximo año, según un relevamiento que hizo El Constructor entre varios analistas. Todos descuentan un acuerdo con el FMI.
Se acerca el último mes del año y el almanaque va deshojando los últimos días que le quedan a este 2021, cargado de tensiones económicas. Fue un año de incertidumbre, cepos y controles de precios, férreo manejo del tipo de cambio oficial, pero en un escenario de cotizaciones alternativas desbocadas, con una brecha cambiaria del 100% e inflación por encima del 50% que agregará más de 15 puntos porcentuales a la ya de por sí elevada inflación de 2020 (36,1%).
La agenda económica de 2022 recogerá, en gran medida, las asignaturas pendientes que dejará este año. Claramente, nadie piensa en lograr el desarrollo económico ni en un despegue que cambie la matriz productiva del país. Pero sí se espera que haya cierto crecimiento de la economía –el consenso de los analistas estima que se ubicará entre un 2% y un 3%– y no es poco frente a un año en el que la mayoría de los sectores se recuperaron de la caída de 2020 y ya están trabajando en niveles prepandemia.
La construcción, por caso, ya acumula 11 meses seguidos de crecimiento, según datos oficiales –hasta septiembre– y en el año registra un 42,6% de suba interanual, con mejora también de los indicadores de empleo. Aunque, independientemente del dinamismo de cada sector o rama de actividad, de la fortaleza de la demanda o las posibilidades de crecimiento de la producción, lo cierto es que la macroeconomía hoy es la que manda.
Esto, en un contexto signado por una inflación consistente y muy elevada, brecha cambiaria que ya se estacionó cómodamente en la zona del 100% y previsible incremento de tarifas de servicios públicos (electricidad, gas, agua) y combustibles en los primeros meses de 2022, que impactarán en los costos de producción de las compañías. Así, las empresas observan con más detenimiento la evolución de las variables macroeconómicas antes que sus planes de expansión. Y es una situación que atraviesa en forma transversal a toda la economía.
Es que, cualquier plan de inversión proyectado para 2022, deberá evaluarse en el contexto del tipo de cambio, la brecha entre el dólar oficial y los alternativos (blue, MEP o Bolsa, Contado con Liquidación), la elevada inflación que impactará tanto en el precio de reposición de los insumos como en la tasa interna de retorno (TIR) de los proyectos, así como el efecto de una suba de tarifas en los costos.
VARIABLES CLAVE
Para la mayoría de los analistas, las claves económicas de 2022 pasan por la evolución de cuatro variables: inflación, tipo de cambio y brecha cambiaria, déficit fiscal y actualización de las tarifas de servicios públicos o su contraparte como reducción de subsidios.
El curso que tomen estas variables determinará el nivel de actividad y el vigor del crecimiento económico. Y hay otra precondición que podría despejar o empantanar el desempeño de la economía, y es el manejo de la deuda soberana, que hoy se traduce en una negociación rápida y exitosa de los vencimientos con el Fondo Monetario Internacional (ver recuadro).
Para Martín Vauthier, director de Anker Latinoamérica, la brecha cambiaria es una “variable fundamental para el año que viene”, porque es el “reflejo del desequilibrio monetario, dado por la combinación de un balance del BCRA muy deteriorado, con muchos pesos en el pasivo y pocos dólares en las reservas, con un nivel de expectativas maltrecho”. Según él, será muy importante que la brecha cambiaria baje “para que la economía pueda mantener por lo menos un nivel de actividad que permita crecer algo en 2022, en el marco de una inflación que no se acelere”.
Camilo Tiscornia, director de CyT Asesores Económicos, señaló que el año que viene “el tema más sensible será la inflación”. Y explicó que “es el indicador crítico de 2022 porque este 2021 vamos a terminar con una inflación cercana al 50%, con todo controlado”. Así, es vital saber qué sucederá, dado que se intuye que habrá “algún tipo de liberación, una corrección del tipo de cambio o movimientos en las tarifas”.
DÉFICIT Y OBRA PÚBLICA
Guido Lorenzo, director de la consultora LCG, señaló que el 2022 estará marcado por lo que ocurra con la inflación, el déficit fiscal, la brecha cambiaria y la inversión. En ese sentido, dijo que el déficit fiscal “terminará este año en torno al 3,2% (descontando los DEGs) y es deseable una convergencia en torno a 1 punto por año”, importante para “mostrar disciplina fiscal”. Además, resaltó que la economía “no puede funcionar con un 100% de brecha, pero menos cuando es volátil”. Explicó que la brecha surge como desconfianza en la moneda y otros instrumentos para atesorar riqueza, así que “es el mejor elemento para evaluar cuánto le cree el sector privado al compromiso fiscal” que asuma el Gobierno.
Al respecto, Tiscornia apuntó: “A qué ritmo se pueda modificar el déficit fiscal resultará ser un indicador muy importante para ver el año que viene como señal del rumbo que quiera tomar el Gobierno, más allá de lo que diga”.
Ricardo Delgado, director de la consultora Analytica, enumeró las claves económicas de año próximo en este orden: Inflación, tipo de cambio, nivel de déficit fiscal y salarios o ingresos. “Para 2022 veo difícil la inflación por debajo del 50% de este año y es un piso, dado los cambios de precios relativos (tarifas, combustibles) que vendrán en la economía”, señaló. Por otra parte, si bien descuenta que habría acuerdo con el FMI, Delgado consideró que “probablemente pida un ajuste que lleve el nivel de déficit fiscal primario a la zona del 2,5/2,8% del PIB, que va a ser menos del 3,3% que busca el Gobierno”.
Y allí se encendió una luz amarilla. “Obviamente, eso tiene un correlato vinculado al tema infraestructura y obra pública. Si bien es cierto que el Fondo en general dice cuidar la obra pública y la infraestructura como motor del crecimiento, ciertamente a la hora de computar gastos e ingresos, es un gasto más”. Y añadió que “los gobiernos siempre tienen la tentación o la necesidad de ‘planchar’ obra pública para mostrar niveles más adecuados o ajustados a los compromisos” con el Fondo.
De todas maneras, las expectativas para la industria de la construcción son buenas. “Si se le da cierta estabilidad nominal (inflación) a la economía, aun en niveles altos como estos, puede ser un mejor año para la construcción y para la obra pública; menos contractivos que 2019 o 2020”.
Hacia adelante, Vauthier considera que si Argentina no lograra cerrar el acuerdo con el FMI “las expectativas se deteriorarán todavía más, lo que, en última instancia, terminará pasando factura tanto sobre la inflación como sobre el nivel de actividad”.
Finalmente, Guido Lorenzo señaló que “vemos una recuperación de la inversión desde niveles muy bajos, pero con el entorno lleno de incertidumbre podría ralentizarse esa dinámica. Habrá que monitorearla de cerca para tener un mejor pulso de la actividad”.