El presidente de la Asociación de Ingenieros Estructurales conversó con El Constructor acerca del relevante trabajo que realiza, aunque poco visible, este tipo de profesionales. Y, por supuesto, de temas de coyuntura significativos que impactan en el sector.
En la actividad de la construcción intervienen distintas instancias profesionales, todas importantes, claro, aunque podría decirse que ninguna tan relevante y, a la vez, tan “invisible”, como el trabajo de los ingenieros estructurales. “Mucha gente no nos conoce o se acuerdan de nosotros, por ejemplo, después de casos como el de Miami”, señala Pablo Diéguez, presidente de la Asociación de Ingenieros Estructurales (AIE) [N. de la R.: se refiere al derrumbe del Champlain Towers South]. Ese episodio resultó ser “motivo de una buena cantidad de llamados, mucha gente en edificios que tenían una grieta desde hacía 15 años y nunca le habían prestado atención. Lamentablemente, tiene que pasar algo para que se preocupen”.
Otro tema recurrente en la actividad de los ingenieros estructurales son las fisuras, columnas y balcones; este último, uno de los más graves e importantes que hay que tener en cuenta: “Un balcón no tiene reserva, si falla, se cae”. Como también las excavaciones y submuraciones que provocan, a veces, daños en los edificios linderos.
Entonces, ¿en qué instancias intervienen los ingenieros estructurales?
En la construcción de un edificio hay un desarrollador que elige el terreno, el tipo de construcción y, después, se hace el proyecto que, básicamente, es el de arquitectura. Viviendas unifamiliares o individuales, multifamiliares, oficinas y, también, plantas industriales y galpones entrarían dentro de la construcción civil básica, pero no puentes u otras obras de infraestructura. Con el proyecto de arquitectura se llama a los asesores porque al techo y las paredes, de alguna manera, hay que sostenerlos. Como los huesos sostienen el esqueleto, nosotros sostenemos los edificios.
Los cálculos por el peso que después tienen los edificios, ¿es central para hacer la estructura?
Efectivamente, hacemos los cálculos a partir del peso, de todos los pisos, los contrapisos, los materiales, más la sobrecarga que tendrá el destino de la construcción, porque no es lo mismo un depósito que un dormitorio. Primero, diseñamos la estructura para que se ajuste a la arquitectura del proyecto y, después, la calculamos. Una vez finalizada esa etapa, la documentamos y se realizan los planos para que el constructor pueda hacer lo que nosotros ideamos.
¿Qué es lo primero?
Un estudio de suelo. Por ejemplo, en La Boca o en Aeroparque es muy malo, ahí hay que ir muy profundo para sostener cualquier cosa. En otras áreas, sobre todo en el casco histórico de CABA, en Belgrano o en Devoto, el suelo es mejor.
Más allá de estas cuestiones técnicas, ¿el trabajo de los ingenieros estructurales depende mucho de cómo le va a la actividad de la construcción?
Sí, por supuesto. Intervenimos en las primeras etapas. Estamos ligados a la actividad: si no hay edificios ni proyectos, nosotros no trabajamos. Durante la pandemia hubo un parate, aunque ahora y después de un año de que se empezara a flexibilizar todo, la actividad es buena. Había proyectos que estaban postergados, más los nuevos, más un contexto en el que los materiales estaban baratos hace un año; todo eso ayudó.
¿Los materiales aún siguen estando baratos?
Si uno mira los índices comprueba que han subido muchísimo más que la mano de obra y ya no son tan baratos. A esto, se agrega que, durante la pandemia, la mano de obra no pudo trabajar. La construcción es una industria bastante sacrificada, a la intemperie, y tiene un contexto que tal vez no es tan regular como una fábrica. Hay actividad hasta que se termine un edificio, pero después, por ahí, pasa un tiempo hasta que se empiece el otro. Asimismo, la construcción no es una actividad ni tan bien paga ni tan estable como otras. Sufre olas, no hay estabilidad: en algunas épocas hay mucho trabajo y, en otras, menos. Y eso les da cierta inseguridad a las personas que, si pueden, se dedican a otra cosa. No todos están bien capacitados, la mano de obra “buena” escasea.
¿Esa mano de obra que ustedes requieren son los obreros de la construcción clásicos o también especialistas en estructuras o personas con alguna capacitación y habilidades especiales?
Hacemos estructuras básicamente de hormigón armado o de acero, estas últimas llevan mayor especialización, es más precisa; y la de hormigón, un poco menos, pero también requiere especialización. Están los que arman el encofrado –la madera que sostiene el hormigón–, el armador –prepara todos los hierros– y el escalerista, que es lo más difícil. Me refiero a las escaleras de los edificios. Dentro de la especialidad es otra especialidad, porque es algo más complicado.
¿Cómo hacen los estudios de ingeniería estructural para salvar esta dificultad de conseguir personal preparado o retener el que tienen?
Tenemos poco contacto con los operarios, pero tratamos de hacer escuela, de explicarles el porqué de las cosas, porque a veces vienen con vicios aprendidos y de la práctica que no son correctos. En realidad, nosotros realizamos proyecto y dirección de obra, asesoramos a las constructoras, que son las que contratan esa mano de obra. También nos contratan para hacer una visita periódica, aunque, por lo general, nos llaman cuando hay algún problema o algo se complica. En algunos casos, antes de hormigonar, para revisar los hierros.
¿Son como un insumo para las constructoras?
Somos asesores de los proyectistas y de las constructoras. A veces, trabajamos para la empresa durante la construcción. En las obras grandes, en el proyecto se hace la parte básica para que esta se comprenda y se pueda cotizar; y, una vez que se adjudica con el precio más conveniente, la empresa desarrolla la ingeniería de obra, de detalle. Son los planos de obra y en esa etapa contratan a un ingeniero para desarrollar esa documentación.
¿O sea que trabajan en la primera etapa?
En la primera o en la segunda, en cualquiera de las dos. Una obra se define por los planos y los pliegos de especificaciones técnicas más el cómputo y el presupuesto. Eso es, básicamente, lo que define una obra de ingeniería. Para la segunda etapa, eso se profundiza, se realizan más detalles constructivos; lo que sería la ingeniería de obra.
¿Cuál es la parte de la actividad más dinámica?
Si bien trabajamos en obra pública, en este momento lo estamos haciendo mucho para la actividad privada, pero más para la residencial, no tanto lo que es industrias, fábricas o plantas industriales.
¿Puede, este año, haber un nuevo impulso a la actividad sobre lo que ya mejoró en 2021 o hay obstáculos?
Hay muchos edificios en construcción, por lo menos en CABA, pero ya no es tanto negocio construir por la suba de los materiales. Eso no termina en el precio final de la obra, está asociado con otros temas, como la Ley de Alquileres, la falta de posibilidades de inversión, por lo menos para el pequeño inversor que tiene los dólares y que no viaja.
¿Hay gente que tiene algún ahorro, que en algún momento volcó esos dólares a la construcción y ahora no lo está haciendo?
Sí, mientras los costos van subiendo… Lo que antes era rentable, hoy ya no lo es tanto. Y hay otro tema: en vivienda existen muchas reformas, la pandemia tiene algo que ver, la gente descubrió que puede refuncionalizar su hogar y adaptarlo, hasta el trabajo a distancia y otro tipo de cosas.
¿Trabajan también en esto?
En estas reformas o refuncionalizaciones intervenimos porque quieren ampliarse un poco, tirar una loza o paredes o cambiar la escalera de lugar, entonces actuamos en esto que llamamos estructuras existentes. También hay casos en los que, de una vivienda, pretenden sacar dos dúplex y se deben llevar adelante modificaciones internas a lo construido.
¿Cómo está hoy la demanda? ¿Los siguen llamando como antes o bajó?
Las constructoras son las mismas ahora y antes, aunque he leído que muchas dejaron de funcionar, es decir, que hay menos empresas por la pandemia. La diferencia, en todo caso, está en los precios, cuando hay mucha o poca demanda, tiene que ver con los plazos de los trabajos. La actividad está algo mejor que el último año prepandemia, en 2019.
¿Hay obras que se paran por un tema de precio, cuando ustedes pasan sus presupuestos?
No, generalmente las constructoras llaman a varios, piden presupuestos y cotizan de acuerdo con eso. Desde la AIE tratamos de que los socios ofrezcan el mismo servicio, entonces comparamos peras con peras y manzanas con manzanas, porque uno puede entregar tres planos o diez.
¿Ve entusiasmo en el sector o todavía están esperando señales de la macroeconomía, que baje la inflación, se arregle con el FMI, etc.?
Quizá las grandes empresas sí se fijan en eso; nosotros, no. Sí sé por mis colegas que hay mucha actividad, a veces uno no lo puede asumir y se lo pasa a otro estudio y viceversa, o nos asociamos. El último año, para nosotros, fue un momento interesante. ¿Si eso se vio reflejado en la rentabilidad? En la construcción estamos acostumbrados, cuando hay trabajo, trabajamos mucho, somos cíclicos.
¿La inflación es un obstáculo para que el sector despegue más de lo que ya lo hizo?
La inflación siempre fue un obstáculo y, ahora, mucho más, porque los índices son preocupantes. El que va a invertir no tiene previsibilidad de acá a dos años, que es lo que más o menos lleva un proyecto de construcción de un edificio de 10 pisos. La suba de las tasas de interés será otro obstáculo por el mayor costo del financiamiento. Eso es obvio, con tasas del 49% es difícil.