Muchas veces, los integrantes de una organización –dueños, socios, gerentes, etc.– tienen dificultades para hacer pedidos de manera eficaz y generar compromisos en el equipo. ¿Las consecuencias? Llevar adelante una coordinación poco efectiva de las acciones y la imposibilidad de cumplir con los objetivos.
Cuando alguien hace una promesa se compromete con otro a realizar una acción en el futuro. Para eso, se requiere que al menos dos personas estén actuando en esa conversación, de forma tal que generen un compromiso para llegar a un acuerdo y que se cumplan las condiciones de satisfacción que se han establecido.
CREACIÓN DE CONTEXTO
Es importante buscar el momento adecuado para poder conversar, el lugar donde se hará, chequear la emocionalidad propia y del otro –o los otros–, procurando el contexto idóneo para que la petición sea escuchada. Asimismo, las promesas comprenden cuatro elementos fundamentales: un orador, un oyente, una acción a llevarse a cabo con algunas condiciones de satisfacción y un tiempo determinado.
Teniendo en cuenta esto, la promesa comprende dos movimientos lingüísticos; una petición u oferta, más una declaración de aceptación. En este caso, las peticiones son un movimiento lingüístico que permiten obtener una promesa por parte del oyente; sin embargo, esta puede ser rechazada y no hay lugar para que se dé. Si, por el contrario, existe una declaración de aceptación ante el pedido, está completa la acción para hacer efectiva la promesa.
NEGOCIACIÓN Y REALIZACIÓN
Las condiciones de satisfacción se refieren a otro acto que contempla la validación de aspectos relacionados con el pedido, como el tiempo y la cantidad, entre otros. Todo esto aparece en ese segundo momento denominado negociación. Una vez que se ha llegado a un acuerdo sobre estas condiciones, la declaración de aceptación da inicio a la promesa.
Así comienza la etapa de realización, donde es importante que ambas partes –quien pide y quien se compromete con el pedido– sigan manteniendo conversaciones, por ejemplo, por posibles retrasos o incumplimientos que podrían llevar a abrir nuevamente otros ciclos. Al concluir esta etapa, es importante que quien cumplió avise a la otra parte que ya finalizó con lo que había comprometido.
EVALUACIÓN
Con el cumplimiento de la promesa, aparece la etapa de evaluación, donde se valida la efectividad del cumplimiento a lo solicitado, teniendo en cuenta las condiciones de satisfacción acordadas al principio. Todo este ciclo es sostenido por la confianza; cuando hacemos una promesa nos comprometemos en dos dominios: sinceridad y competencia.
La primera de ellas es el juicio que hacemos de que las conversaciones y compromisos públicos realizados por la otra persona que efectuó la promesa concuerdan con sus conversaciones y compromisos privados. ¿Un ejemplo? Si un colaborador dice que puede llegar a hacer el trabajo o que le interesa la asignación de un determinado proyecto y por dentro piensa que no llegará o que es aburrido lo que le asignaron, lo que se afecta es la sinceridad.
Por su lado, la competencia mantiene relación con el juicio que la persona que realizó la promesa está en condiciones y posee las competencias para ejecutarla y asegurar el cumplimiento. Siguiendo el mismo caso, quizás un colaborador del área financiera puede comprometerse a terminar un presupuesto, pero no podría –si no tiene el conocimiento– asegurar que redactará un informe sobre prevenciones de acciones de trabajo.
Cuando falta cualquiera de estos dos factores, lo que se daña es la confianza. Esta última surge del juicio de que la persona que promete carece de sinceridad o de competencia. Estos compromisos que se encuentran involucrados en las promesas son un pilar central para la coordinación de acciones y, me atrevería a decir, para la construcción de un equipo de alto rendimiento.
Cuando los integrantes de un equipo no saben hacer pedidos u ofertas, esto puede llevar a resentimientos, resignación y malentendidos, al esperar que el otro adivine la necesidad que se tiene.
POR LEANDRO GONZÁLEZ BARBERO