Tanto como sucede en la vida, en el entorno laboral las emociones también juegan un rol preponderante que no debe pasar desapercibido: no solo para el bienestar y desarrollo de las personas, sino por el impacto que esto provoca en sus tareas y, como consecuencia, en el prestigio o en el fracaso de una compañía.
Hoy más que nunca, el rol de los líderes es sustancial en toda organización, puesto que son ellos los que, en mayor medida, influyen en el resultado de los procesos; incluso mediante el trato ameno con el personal a través de la escucha y una comunicación clara.
Otro factor de igual importancia se encuentra en el hecho de trabajar bajo presión. Muchas empresas piensan que, de este modo, se aceleran los resultados… “Y la experiencia indica todo lo contrario. Si la entendemos como el punto límite que conduce a una persona al estrés, entonces esa presión es nociva. Vivir sobreexigido produce una merma en el nivel de rendimiento, en la calidad y en la excelencia de los logros”, explica Samuel Stamateas, codirector de la escuela Líder Coach Profesional.
Ahora bien, si tomamos al estrés como “la presión suficiente que hace que nosotros, como empleados o emprendedores, podamos estar a las alturas del proyecto o las circunstancia, eso demandará poner otras capacidades en cuestión. En consecuencia, la presión sí será positiva. Es decir, una cosa es la presión y otra es sentirnos presionados. Es en este último punto donde tenemos poder de cambio. Las expectativas ajenas sobre nosotros crean un contexto de presión, pero presionar depende de hacernos cargo de las expectativas ajenas”, opina el coaching inmobiliario Ricardo Melo, “un apasionado por exponenciar el potencial humano”, según él mismo se define. Y plantea: “La filosofía estoica nos regala dos preguntas fundamentales para esto: ‘¿Qué puedo controlar de esta situación? ¿Qué no puedo controlar de esta situación? Una vez que las respondamos, conviene focalizar nuestra predisposición, acción y energía en lo controlable, y lo que no podemos controlar, lo soltamos. Porque, de lo contario, termina controlándonos a nosotros”.
CLIMA ORGANIZACIONAL
Todo lo mencionado influye sobremanera si tomamos a este subtítulo como eje. Entonces, para no vernos afectados, ¿qué podemos hacer como colaboradores para restarles importancia a las cosas con el fin de no sentir que toda queja o reclamo va dirigido hacia nosotros?
“Está claro que no somos lo que nos dicen, sino lo que hacemos con lo que nos dicen. Los cuatro acuerdos toltecas sirven en momentos donde los reproches son dirigidos hacia nuestras vidas. Uno de ellos es: ‘No te tomes nada de manera personal, ni la peor ofensa ni el peor desaire’. Quien te ofende, tiene un veneno que descarga contra vos por no saber cómo deshacerse de él. Pero el problema es suyo y no tuyo. El acordar-desacordar es parte de la comunicación asertiva (ni pasiva ni agresiva)”, explica Melo.
Por su parte, Stamateas lo ejemplifica de la siguiente manera: “Miguel Ángel Luis –un escritor y orador mexicano que se basó en la sabiduría tolteca– escribió una obra maravillosa llamada ‘Los cuatro acuerdos’: uno de ellos menciona no tomarse nada como algo personal. Cuando creemos que todo atenta en contra nuestra, eso termina siendo una autoprofecía que, finalmente, se cumple”.
Pero ¿qué significa tomarse las cosas de forma personal? “Es interpretar los acontecimientos como si fuéramos el centro de la escena, los destinatarios principales. Eso es suponer una intención dirigida hacia nosotros. Necesitamos no tomarnos las cosas literalmente. Si yo acepto una descalificación del otro, es como tomar veneno voluntariamente. ¡Pero cuidado!: no se trata de ‘no me importa lo que dicen o lo que piensan’, sino saber que, cuando ‘yo digo lo que digo’, el otro ‘escucha lo que escucha’; y lo que el otro dice es, simplemente, su punto de vista. No necesitamos estar de acuerdo para respetarnos”.
¿Eso puede traer aparejadas otras variantes, como impulsarnos a dudar, a plantearnos si somos simpáticos o apáticos?
S. E.: Vivir en tiempos inestables nos genera incertidumbre. Y esto, a su vez, nos produce algún grado de apatía. Entramos, así, en un estado de ánimo que se refleja en la ausencia de ganas o entusiasmo. Perdemos la motivación y lo único que hacemos es trabajar, cumplir e irnos. Solo cuando recuperamos el sentido de lo que hacemos, la satisfacción interna se activa, se despierta la automotivación y el resultado es un plus tanto para la empresa como para nosotros.
R. M.: La apatía, generalmente, se genera por un desequilibrio entre lo externo y lo interno: si realizamos una acción en el trabajo y creemos que lo que estamos haciendo presenta un desafío muy bajo para nuestra vida, vamos a producir desgano y aburrimiento. Ahora, si el desafío que tenemos enfrente nos demanda un estiramiento de nuestra zona de confort comenzaremos a ponernos ansiosos y entusiasmados. Si lo llevamos al plano relacional, la simpatía nos conecta en un nivel superficial con el otro, “caer simpáticos” y no decir lo que pensamos, siempre pretender agradar; aquí no hay espacios de mejoras. La empatía, en cambio, posibilita conectarnos en un nivel profundo y tener una comunicación asertiva, poder decir lo que nos pasa e, inclusive, dar feedback de mejoras a los otros.
¿Cuánto y cómo ayuda, en ese sentido, aceptarnos tal cual somos?
S. E.: Es esencial para mantener una buena autoestima. Además de sentirnos bien con nosotros mismos, podemos conectar mejor con los demás. Aceptarnos tal como somos es reconocer nuestras fortalezas y debilidades; entender que hay cosas que realizamos bien, otras que hacemos regular y otras que no sabemos hacer. Nuestra estima es el capital más importante con el que contamos.
R. M.: Las cosas son como son y no como queremos que sean. El proceso de aceptación es entre lo excelente, lo bueno, lo no tan bueno y lo malo que reconocemos en nuestra forma de ser o de nuestras acciones. Una sana estima es tener en cuenta todo lo que somos, no solo una porción –por ejemplo, únicamente aceptar lo que muestro en mis redes sociales–. Esto lleva a un desequilibrio entre la imagen pública y la imagen privada.
QUÉ ES EL ÉXITO Y CON QUÉ VARA MEDIRLO
Cada uno necesita hacer su propia definición acerca de qué es el éxito, sugiere Samuel Stamateas. “Quien no tiene la pretensión de ser comprendido por el otro, no requiere del consenso ajeno, basta que la misma persona lo declare así para sí misma. Para algunos tendrá que ver con el ser; para otros, con el hacer; y para otros, con el tener”.
En ese mismo aspecto, Ricardo Melo cree que “el éxito es como la felicidad: la queremos, pero no es lo mismo para todos. Su definición es diferente para cada uno de nosotros. El camino que tomemos y que creemos para conseguirlo es el correcto si está alineado a nuestros valores, a la integridad de lo que decimos, pensamos y llevamos a cabo”.
NUEVAS INTERPRETACIONES
De acuerdo con Melo, no podemos cambiar lo que no vemos, tenemos que distinguir para elegir. Y, para eso, necesitamos una retrospectiva e introspección de los pensamientos: ¿quién creemos que somos?, ¿qué pensamos de nosotros?, ¿qué nos decimos ante los desafíos? Luego, entender que una interpretación se cambia por otra.
En ese sentido, “es necesario saber lo que no queremos, pero tampoco es suficiente; conviene conocer lo que sí pretendemos. Por ejemplo: ‘No quiero enojarme’ vs. ‘Qué sí quiero cuando no quiero enojarme’. ‘No quiero ponerme nervioso’ vs. ‘¿Qué sí quiero cuando no quiero estar nervioso?’. Y, por último, hacernos las tres preguntas socráticas: lo que me estoy diciendo, ¿es bueno?, ¿es verdad o es una opinión?, ¿es necesario? Si alguna de las respuestas no pasa estas barreras, habrá que sepultar en el olvido la o las interpretaciones que ahora nos dimos cuenta de que nos limitan”, precisa Melo.
¿Y cómo identificamos cuál es el próximo paso que nos conviene dar?
R. M.: Recordando el futuro, la brújula que siempre nos va a guiar es nuestro propósito y visión. Estamos acostumbrados a verlo como el punto al cual tenemos que llegar, esto es percibirlo como un lugar que debe acercarse a nosotros. Entonces, ¿esa acción, aquella opinión o esta persona nos acerca o nos aleja del futuro deseado?
¿Cómo podemos aprovechar nuestro potencial para crear los cambios que deseamos por parte de nuestros clientes?
R. M.: Estamos acostumbrados a fortalecer debilidades, pero una clave es que fortalezcamos lo que hacemos bien para realizarlo mucho mejor. Para mejorar las debilidades siempre habrá tiempo, pero nunca le quitemos tiempo a desarrollar las fortalezas por una debilidad.
LA CALIDAD DEL DÍA
Lo que hacemos o exponemos durante una jornada laboral juega un rol significativo; sobre eso da crédito Samuel Stamateas. Y así como cada día vamos dándole forma a nuestras vidas, a nuestros años, “con cada palabra que decimos y no decimos, con cada acción que realizamos o no realizamos, le damos forma a lo que somos y a nuestro futuro”.
¿La mayoría de las decisiones que tomamos diariamente son producto de un proceso de reflexiones?
S. E.: No, son hábitos, acciones que realizamos en modo “piloto automático”, a través de habilidades aprendidas por repetición. Y aunque cada hábito pareciera que no tiene demasiada importancia en sí mismo, diariamente son cientos y, cada uno de ellos, con el tiempo, afecta a cada área de nuestra cotidianeidad: la salud, la economía, las relaciones, la forma de trabajar, es decir, nuestro bienestar en general.
En ese sentido, ¿cómo se puede reconocer cuáles hábitos incorporar, potenciar, realizar menos o, finalmente, desechar?
S. E.: Es vital tomar nuestro tiempo para distinguir, en esa área de la vida en la que queremos dar un salto, qué de lo que estamos haciendo necesitamos hacer más, qué de lo que estamos haciendo necesitamos hacer menos, qué de lo que estamos haciendo necesitamos dejar de hacer y qué acción nueva, que no estamos haciendo, debemos incorporar.
Entonces, si hablamos de desafíos laborales, ¿qué conviene hacer para que un proyecto no quede atrapado en el cajón de los deseos?
S. E.: Tener metas, aspiraciones y proyectos es necesario, pero no suficiente. Declarar mi compromiso con ellas es importante, pero no suficiente. Por ejemplo: cinco ranas están en un tronco; de ellas, cuatro deciden saltar del tronco, ¿cuántas ranas quedan? Cinco, porque decidir no es hacer. Si no existe acción, no es compromiso, es deseo o intención. Preguntarnos qué pequeñas acciones podemos comenzar hoy mismo. Hay una gran sabiduría en comenzar poco a poco y crecer a lo grande con el tiempo. Los pequeños pasos que se toman tienen el potencial de marcar la diferencia. Dar el siguiente paso, uno por vez. Es pequeño, pero es un paso. No nos lleva donde queremos, pero ya nos sacó de donde estábamos. Visión sin acción es un sueño; acción sin visión, una pesadilla.