En la Argentina y, particularmente, en la ciudad de Buenos Aires, hay varios edificios emblemáticos que generaron una fuerte raigambre en la construcción con este material.
Ejemplos de esas construcciones son el Palacio Barolo (1922), que fue el edificio más alto construido en hormigón armado en su época; el Mihanovich de departamentos (1928); el Comega (1932) y el Safico (1933) para oficinas; y el Kavanagh (1936) de departamentos. Los tres últimos impusieron el nuevo estilo racionalista. No obstante estos antecedentes, durante los años de los dos primeros gobiernos peronistas, la construcción industrializada en hormigón armado no tuvo aplicación, aunque se desarrolló la prefabricación de caños, pilotes, vigas y piezas para losas.
La racionalización del uso del hormigón en la construcción de viviendas recién se inició durante los años 60. Vale como ejemplo el Barrio Nágera, construido sobre la autopista Dellepiane en el Parque Almirante Brown, un conjunto de edificios con 6440 viviendas en los que se utilizó una nueva técnica de encofrados deslizantes para ejecutar los tabiques de hormigón de los núcleos de ascensores y losas mediante viguetas precomprimidas prefabricadas.
A principios de los 80, sobre la misma autopista, se construyó con similar tecnología el barrio Cardenal Copello, con 1138 viviendas. Igualmente, entre 1971 y 1985, durante la construcción de los complejos Lugano I y II y General Savio III, donde se levantaron torres con cerca de 8000 viviendas, se produjo en gran escala la prefabricación a pie de obra de muros, paneles de fachadas y losas.
Y también en las décadas del 70 y 80, la Argentina experimentó el auge de las viviendas prefabricadas en hormigón, donde se destacó, entre otras, la empresa Supercemento (con plantas industriales en Santa Fe y Chaco, donde fabricaba grandes paneles de hormigón armado para muros y losas de futuras viviendas).
En tanto, en 1984, quien suscribe esta columna construyó con este sistema 71 pabellones de dormitorios para obreros de la obra Yacyretá (Ituzaingó, Corrientes, y en la isla Yacyretá, Paraguay). Eran edificios de planta baja y piso alto por un total de 30.000 m2 cubiertos, ejecutados en un plazo de nueve meses.
En la misma década se construyó en Claypole (Almirante Brown) el Barrio Don Orione, una verdadera ciudad de 8600 viviendas ejecutadas totalmente en hormigón armado con el sistema de encofrados tipo Outinord (en Argentina conocido como “sistema túnel”), donde los paneles de fachada debieron ser prefabricados a pie de obra para cerrar los panales de abeja resultantes del sistema.
PROGRAMAS PÚBLICOS
A finales del siglo XX, si bien fue una de las más productivas en la construcción de viviendas del FONAVI, no se caracterizó por la construcción en hormigón industrializado. Mientras que, en los primeros años del nuevo siglo, los planes federales de construcción de viviendas, con la exigencia de que debía utilizarse mano de obra intensiva, no solo no permitieron el uso de sistemas industrializados, sino que, en la práctica, fueron prohibidos, hasta hubo empresas que debieron reexportar equipos de encofrados recientemente importados o destinar a chatarra moldes metálicos especialmente fabricados.
En junio de 2012, el Gobierno nacional presentó el Programa de Crédito Argentino del Bicentenario (ProCreAr) para la construcción de viviendas y proyectos urbanísticos. Allí no se exigió el uso de mano de obra intensiva, por lo que la Secretaría de Vivienda admitió sistemas constructivos alternativos (el único requisito era que contaran con el Certificado de Aptitud Técnica otorgado por ese organismo).
Tal amplitud técnica permitió la introducción en la Argentina de una nueva generación de encofrados construidos en aluminio, los que, a pesar de las bondades que ofrecían, no tuvieron mayor aceptación. En tanto, a empresas sin capacidad técnica y sin antecedentes de obras ejecutadas, como la Fundación Sueños Compartidos, se le adjudicó miles de viviendas a construir con un sistema constructivo usado ampliamente en Europa, pero que por la falta de experiencia sobre su utilización y el empleo de mano de obra no calificada, terminó malogrado.
ENCOFRADOS
El hormigón, apenas elaborado, es un material fluido que obliga a recurrir a moldes para su contención y para la conformación de las futuras piezas de hormigón endurecido. Esos moldes resultan costosos, pues comúnmente deben ser armados de forma artesanal, lo que, además, incrementa la duración de la obra. Por eso, mediante diversos estudios y emprendimientos, se han desarrollado sistemas de encofrados que permiten reducir esos costos y plazos, industrializando diversos sistemas de moldes para el colado del hormigón.
Aparecieron encofrados de madera con estructura metálica, conocidos como Steel-Plywood (fabricados en la Argentina por la empresa Peri desde 1970) o el Outinord. Pero más recientemente ha proliferado la utilización de nuevos encofrados construidos en aluminio que, a su liviandad, suman propiedades de fácil montaje, estanqueidad, vida útil y calidad de terminación del hormigón (fabricado en Latinoamérica por Forsa, radicada en Colombia).
ARQ. EDUARDO SPROVIERI
(ES DIRECTOR EJECUTIVO DE LA CÁMARA DE LA VIVIENDA Y EQUIPAMIENTO URBANO)