Nuestro lugar de trabajo puede escasear de comodidades, el clima laboral quizá no sea el más idóneo y la repetición diaria de nuestras tareas nos puede provocar demasiado estrés. Con todo eso, ¿cómo hacemos para mejorar el humor, modificar ese clima improductivo y potenciar la creatividad en estos ámbitos?
Tanto en las personas como en las organizaciones y sus equipos es importante no perder la capacidad de jugar y de reírse. Si nos ponemos en observadores, podremos ver que, al igual que el adulto deja de ser niño y abandona el juego, en las organizaciones sucede lo mismo. A medida que estas crecen y pierden su espontaneidad –y con ella, la posibilidad de crear– se vuelven más estructuradas y sus miembros también pierden esa capacidad de disfrutar.
¿Qué hace que un chico deje de jugar, de investigar, de imaginar, de soñar? En general, somos los más grandes los que, desde diferentes roles –padres, maestros, la sociedad, etc.– empezamos a educarlos y a prepararlos para el mundo adulto, para el universo laboral.
“UN DÍA SIN RISA ES UN DÍA PERDIDO”
Esta popular frase de Charles Chaplin detalla tal cual las consecuencias que trae aparejada la ausencia de la risa y deja al descubierto algo mucho peor: cómo nos dejamos ganar por la amargura. Por el contrario, el juego es dinamismo, expansión, libertad y movimiento; un mecanismo que posibilita desarrollar la imaginación, la creatividad y la capacidad para resolver problemas. Tanto para cada uno de nosotros como para las empresas resulta imperioso poder recuperar esto que –en algún momento, por procesos, políticas y normas– se ha perdido.
¿La buena noticia? Para volver a jugar no hace falta tener un cerebro superior o una edad determinada. Tampoco se necesita que la organización esté atravesando un cambio generacional, una fusión o una crisis. Simplemente, hay que proponérselo y llevarlo a cabo. Este proceso, en el adulto, implica un esfuerzo consciente de recuperar el potencial creativo, pero, como ocurre con la creatividad, jugar es recuperable. Y también lo es para la empresa o el equipo.
RECUPERAR EL JUEGO
El mundo se mueve a través de las ideas y son estas las que están generando nuevas oportunidades y negocios. El distintivo del hombre es el pensamiento creativo. Entonces, ¿cómo recuperamos esa manera de mirar? Pensar como si fuéramos chicos incluye volver a preguntar y a observar todo como si fuera la primera vez. Como si no conociéramos el mundo y tuviéramos la posibilidad de descubrirlo.
Empecemos por educar la mirada y repensar nuestras formas en el hacer. Habremos escuchado muchas veces decir que, si realizamos siempre lo mismo, nuestros resultados serán idénticos. Y que, para obtener soluciones diferentes, tendremos que hacer cosas distintas. Ante situaciones en las que creemos que no podemos cambiar, contamos con dos opciones: entrar en una espiral de autodestrucción o ingresar en un círculo creativo. ¿De quién depende? De cada uno de nosotros.
Para lograr resultados nuevos y distintos conviene modificar la manera de ver lo que nos rodea o, como decimos con frecuencia, salir del “modo avión”. Por eso es sustancial comprender que ser creativo, antes que un trabajo o una forma de moverse, es una actitud. Y esa actitud la podemos pensar en nosotros, de manera individual, pero aún de forma más potente y efectiva si la imaginamos y la incentivamos desde el equipo para provocar el juego, el desafío y el cambio de resultados a nivel organizacional. Ahora bien, ¿cuáles son los beneficios?