En diálogo exclusivo con El Constructor, el titular del CAI, Pablo Bereciartua, se refirió al acuerdo con el FMI, a la necesidad de un plan de largo plazo, a la baja de impuestos y a la oportunidad de los nuevos “fondos verdes” para infraestructura.
“La clave de la economía argentina, hoy y en los próximos años, pasará por lo que se llama las ‘tres i’: inversión, innovación e infraestructura”, define Pablo Bereciartua, presidente del Centro Argentino de Ingenieros (CAI), entidad que conduce desde diciembre de 2020. Es una visión que fue forjando a través de su experiencia académica y de gestión pública como secretario de Infraestructura y Política Hídrica de la Nación en el gobierno de Cambiemos.
Reforzando esa idea, Bereciartua considera que “el motor” del desarrollo del país “debe ser la inversión privada”, pero que, para eso, se requieren condiciones, como un “Consenso Fiscal para bajar impuestos, no para subirlos”.
¿Cómo cerró el 2021, aún atravesado por la pandemia?
Empecemos por una visión global: la Argentina está pasando una crisis, vemos que no existe una reactivación genuina y, posiblemente, esto responda a varios factores. Uno de los principales es que no hay un plan de gobierno ni una propuesta de inversión en el país asociada a un modelo económico y a una visión de desarrollo nacional. Esto nos ha llevado a que los niveles de inversión sean muy bajos. El campo sigue siendo el principal sector de la Argentina y la producción agroindustrial tuvo un récord de exportaciones, que algunos estiman en USD 30.000 millones; en buena medida, por el aumento de los precios internacionales. Así y todo, el país se encuentra sin reservas en el Banco Central y atraviesa una crisis. Además, continúa sin entender que el campo debe ser uno de los aliados para recuperar la actividad económica cuando se logre volver a tener un consenso y un gobierno que cuente con una planificación.
¿La escasez de dólares es el principal problema que ve en la economía argentina? ¿Esto complica las inversiones?
Desde ya. El campo es uno de los principales demandantes de inversión en infraestructura, en autopistas y en obras viales en los tres niveles de gobierno. Pero, también, tenemos una visión estatista de la economía y del país, y específicamente en un ciclo recesivo, lo cual agrava la situación.
¿La Argentina yerra la visión respecto de que “el motor” del desarrollo tiene que ser la inversión privada?
La inversión pública debe alentar a la inversión privada, y eso no está sucediendo. No comprendemos que hay que crear empleo privado y que eso depende, principalmente, de las empresas. En este momento, el país cuenta con una de las tasas más bajas de creación de organizaciones del mundo. Algunos números indican que es del orden de 15 cada 1000 habitantes. Pensemos que, en Brasil, es del orden de 30 empresas cada 1000 habitantes y sigue siendo bajo. A pesar de estar en crisis, en Chile es de 90 empresas cada 1000 habitantes.
¿Y cuál es la contraparte?
Veo con una enorme preocupación la creación de empleo público, que sigue en récords y pareciera que continuará incrementándose con el nuevo Consenso Fiscal que se está aprobando. Hay un punto más que sigue siendo de contexto: tenemos que lograr un Consenso Fiscal para bajar los impuestos, no para subirlos.
¿Sería en la línea de lo que se había planteado en 2017, bajando impuestos en forma gradual?
Exactamente, la Reforma Impositiva de 2017 fue un ejemplo de que Argentina puede hacer una gradualidad hacia la baja. Hoy, muy por el contrario, noto falta de plan; falta de uso estratégico de los sectores que crecen, como es el agro; y que contamos con una visión antagónica con el mundo y con la época, que es una visión estatista de la economía. Acá quiero diferenciar lo siguiente: uno puede tener políticas de reactivación, pero esta debe ser orientada al sector privado; uno no debe crear empleo público, sino, por el contrario, garantizar que las medidas que se tomen movilicen a los sectores productivos. Este año, desde el CAI hicimos mucho foco en las oportunidades en minería, en energía, en hidrógeno; pero, desde esa perspectiva, vemos que la Argentina no se encuentra generando ningún interés para la inversión internacional, y eso vuelve a ser un inconveniente.
¿Qué medidas podría tomar el Gobierno para incentivar la inversión privada?
Hay dos ejes principales: el país tiene que reformular el vínculo público-privado, por un lado; y, por el otro, revisar el federalismo. Debemos lograr, y creo que sucederá en el corto plazo, una síntesis entre la experiencia de los 90 y la de los 2000, caracterizados por un privatismo sin inclusión y un estatismo sin innovación, sin cambio tecnológico, sin visión de futuro. La Argentina tiene que volver a hacer una síntesis que permita crear los ámbitos para que crezca la inversión privada. En cuanto al segundo eje, las oportunidades de crecimiento que tiene el país en los próximos años están en el territorio, en las provincias, en industrias clave, como la energía, la minería, el agro, la pesca, renovando la propuesta de estas.
¿En eso hay una diferencia respecto de los 90?
Sí, cuando el principal motor fue la inversión privada en los servicios públicos de las grandes ciudades, empezando por Buenos Aires. Sin embargo, habrá un interés en los servicios públicos, sobre todo porque el país ha empezado a atrasarse tecnológicamente, no al grado que tenía a fines de los 80, pero va en un camino de retraso respecto de la evolución del mundo, lo que se convierte en una limitante para crecer.
¿Puede darnos un ejemplo?
La transición energética que surge del cambio climático, que se revisó en la COP26, está llevando a una electrificación acelerada de la matriz económica. La Agencia Internacional de Energía tiene varios informes en este sentido que muestran que la demanda de minerales a nivel mundial va a ser entre cuatro y diez veces, dependiendo del tipo. La Argentina puede participar de ese desarrollo. Una segunda área que la conocemos hace mucho y que está subdesarrollada es, por supuesto, la de la energía, con los no convencionales (Vaca Muerta). El país posee un potencial enorme de poner en valor el gas, de exportarlo regionalmente, y no lo está haciendo. Se trata de impulsar esta producción más que la de petróleo, porque este se encuentra en una curva descendente de demanda en el mundo, estamos en un proceso de descarbonización de la economía que es clave. Tiene que haber inversión, que potencia la inversión privada, tiene que haber innovación, y la tercera parte, como siempre ha sucedido, es infraestructura. En el caso de Europa, se apunta a virar hacia los vehículos eléctricos, es la economía circular en términos de la contaminación y el uso de los recursos, por ejemplo. En cambio, hoy la discusión acá gira en torno al Presupuesto 2022 no aprobado, pero algunas discusiones van a tener que ser para más de un Presupuesto, como fueron en los 90, y como, de otra manera, en los 2000; esas son las relevantes. El Presupuesto estará muy complicado en los próximos años porque el país tiene una carga social enorme.
¿Qué viabilidad política les ve a esos acuerdos?
El Gobierno tiene su propia crisis interna de la que todos somos testigos y es bastante simple de apreciar, en los tres componentes: el presidente, la vicepresidenta y los gobernadores. Hasta ahora, no han coincidido y mi percepción es que no lo harán.
¿El acuerdo con el FMI es una traba en este sentido?
Este acuerdo es fundamental, porque la cuestión de fondo es que la Argentina requiere financiamiento, lo va a requerir el Gobierno con acuerdos parecidos al del FMI, de manera que no es viable que no se dé porque ya sabemos que el ajuste en el país ya se viene haciendo con inflación significativa y de una manera regresiva.
¿La brecha cambiaria es un obstáculo para la inversión?
Lo que sucede es insostenible en el mediano plazo. Con el mercado paralelo, básicamente les pedimos a las clases media y baja que subsidien de una manera regresiva a una economía que no genera riqueza ni empleo. Seguramente, el país tendrá hoy un tipo de cambio real, en algún punto intermedio entre el oficial y el paralelo; tal vez más cercano al oficial. Pero con una confianza que la puede dar este Gobierno, si llegase a tener una visión y hacerla parte del consenso político, o la puede dar un nuevo gobierno. Desde la devaluación hecha, real, muy importante tiene nuevamente una ventaja competitiva temporal, que el Gobierno debe aprovechar con un plan orientado a lo que hemos dicho. Eso es lo que falta.
MINERÍA, ENERGÍA Y SUSTENTABILIDAD
Previo al comienzo de la pandemia, Chile exportó en 2019 USD 34.000 millones de cobre, el principal producto; la Argentina, el 10% (USD 3300 millones) y, ese mismo año, cerca de USD 16.000 millones de soja. Es decir, “Chile exportó el doble que el complejo sojero. El Plan Estratégico de Minería sostiene que el país podría llegar a multiplicar en los próximos diez años tal vez por seis o siete veces la producción actual”, explica el presidente del CAI.
¿Pero qué nivel de inversiones puede derramar al sector de la construcción?
Es muy significativo. Argentina puede llegar a los USD 10.000 millones de exportación en minería y los proyectos más grandes están estimados entre USD 2000 y USD 3000 millones de inversión, en los que una parte muy importante es infraestructura. El país, claramente, tiene por delante la oportunidad de usar recursos como la energía, no convencionales, que no son renovables; pero también recursos que sí los son, que entre 2015 y 2019 aumentó notablemente y cuenta con un enorme potencial de atraer inversiones.
¿Qué papel juega, en este contexto, el hidrógeno verde?
Es una parte central de la inversión en los próximos años y está asociado a la energía renovable, va a ser un nuevo commodity. El país podrá aprovechar esa ventaja de tiempo; tanto en el gas como en hidrógeno verde, de lo que se trata es de ventanas que serán de una a tres décadas. El hidrógeno verde, y esto lo vimos en unas jornadas del CAI, claramente está empezando a organizar a nivel global. Comienza a verse casos, como el tren iLint de Alstom, que corre por Alemania, Austria y recorre hasta 200.000 kilómetros, y funciona a hidrógeno; o en autos, con el Toyota Mirai, ya hay acciones concretas. Por ejemplo, el puerto de Rotterdam, uno de los principales del planeta, apuesta fuertemente al hidrógeno y ya firmó acuerdos con Chile y está firmando convenios con Brasil para comprar hidrógeno verde. Uno de sus usos es como vector energético para los barcos. Cuando vemos la emisión de gases de efecto invernadero (GEI) hay un porcentaje importante que viene del transporte, pero, principalmente, del pesado: barcos, camiones y aviones.
¿Ahí existe una oportunidad para el país?
La Argentina tiene un enorme potencial, con energía solar, especialmente en el norte, y eólica, en el sur. ¿Qué hace falta? Contar con un mercado cambiario claro, único y predecible para que puedan darse inversiones, permitir que parte de estas sean recupero, como sucede en cualquier país. Claramente, no va a haber inversiones con la brecha cambiaria que existe, porque nadie va a poner dólares reales para que luego sean utilizados a una valuación menor en el mercado.
PLAN HÍDRICO MAESTRO Y CAMBIO CLIMÁTICO
El país tiene por delante inversiones para lo que se llama adaptación a la variabilidad del cambio climático. Por un lado, este tema es central, “Argentina necesita un plan, que también le puede significar oportunidades, porque lo que está pasando en el mundo es que empiezan a haber, y habrá cada vez más, chances de financiarse con tasas bajas para la adaptación al clima”, explica Pablo Bereciartua.
Y agrega que, sobre todo, porque países como Argentina “no han contribuido al cambio climático, las emisiones de GEI son muy bajas a nivel mundial, menos del 1%; pero sí, como acabamos de ver con la bajante del Paraná o la sequía de 2018 –que fue muy importante– sufrimos las consecuencias sin haberlo creado. Con el Fondo Verde del Clima, las instrucciones que se debatieron en la COP26 en Glasgow, en diciembre de 2021, lo que se empieza a hablar ahora con los fondos de reaseguro y con los seguros, va a haber cada vez más opciones en un mercado de financiamiento a la adaptación al cambio climático”.
¿Tendrá impacto a nivel productivo?
Eso puede ser muy importante, porque le puede permitir al país la infraestructura que le hace falta para adaptarse. Aunque, también, para extender el área de producción. Argentina puede sumar varios millones de hectáreas a la producción de alimentos, para eso necesita infraestructura de manejo de agua y las instituciones que la lleven a la práctica. La novedad es que el mundo está yendo en la dirección de la oportunidad para el país porque se crean líneas para financiar ese tipo de obras. Esto beneficiaría a muchas de las provincias: hoy decimos que la Argentina tiene 36/38 millones de hectáreas en producción, creo que podemos pensar que puede sumar unos 10 millones de hectáreas; es muchísimo. Como, asimismo, generar empleo federal en el territorio.
¿Sería de organismos multilaterales o fondos privados?
De ambos, de multilaterales cada vez más, si uno ve cuál es hoy la propuesta estratégica de crecimiento del Banco Mundial, del BID, del Banco Europeo de Inversiones, todas incluyen el financiamiento a la adaptación o mitigación al cambio climático. Y por sobre los multilaterales empieza a crearse una línea en la banca privada que crecerá y permitirá financiarlo. Ahí aparece una oportunidad, porque muchas de las posibilidades de expansión y de aumento de la producción que posee la Argentina en el complejo agro tienen que ver con infraestructura y se repagan con la misma producción. Además, existe un segundo punto, muy importante, que son las ciudades. El país vive un atraso significativo en infraestructura. Hay que financiar la transformación de las ciudades, necesitamos un plan para sus 20 o 30 principales, porque allí suceden las innovaciones.