Durante su 16ª Asamblea General realizada a fines de enero, el Consejo Mundial de Ingenieros Civiles (WCCE) nombró al argentino Jorge Abramian como nuevo presidente, que ocupará el cargo durante el trienio 2022-2024. Sobre este nuevo rol en el WCCE, el directivo cree que “estos cargos siempre representan desafíos personales y oportunidades para las organizaciones. En este caso, me estoy refiriendo, además del Consejo Mundial de Ingeniería Civil (WCCE), al Consejo Profesional de Ingeniería Civil (CPIC), que es quien me patrocina”.
El WCCE cuenta con, todavía, una dimensión pequeña, según define Abramian, “con representantes activos de dieciséis países de cuatro continentes. Hace poco, tuvo una reestructuración importante y ahora cambió su sede de Madrid a la Universidad de Granada, que demostró mucho interés en participar. Esta reestructuración, así como la aparición de nuevos miembros, abre una posibilidad interesante de expansión. Mi desafío es que el WCCE crezca tanto en cuanto a participaciones como en la generación de actividades y documentos que ayuden a los ingenieros civiles y afines”.
¿Y en cuanto a las oportunidades que mencionó?
Se manifiestan en la posibilidad de crear lazos e interactuar con otros ingenieros civiles del mundo, entender cuáles son sus problemas, si coinciden con los nuestros, y apreciar cómo los están enfrentando. Aparecen muchas posibilidades, pero solo pueden aprovecharse si se actúa en consecuencia y se trabaja en pos de objetivos claros. Mi función será identificar esas oportunidades de colaboración y transmitirlas a las otras organizaciones miembro (incluyendo al Consejo Directivo del CPIC) para que las canalicen a los matriculados interesados.
¿Cómo fue la experiencia, en 2018, cuando había sido designado presidente electo del WCCE y cómo se vincula con la etapa que ya comenzó?
La estructura de esta organización internacional, y muchas otras, es muy interesante. Están pensadas para que exista una continuidad de los programas de trabajo y políticas. El órgano directivo máximo es un triunvirato formado por el presidente, el presidente electo (que tiene funciones de vicepresidente y que sabe que tomará el cargo ejecutivo máximo en el término de tres años) y el presidente pasado, que participa de las decisiones, quizás en un rol más de asesor o de consulta.
¿Cuál considera que es el papel actual de la ingeniería en Argentina?
Es el de siempre: empujar al desarrollo del país. Está muy demostrado que los grandes avances en la historia siempre fueron impulsados por los avances tecnológicos. Lo que cambia en el tiempo son las circunstancias, los criterios y los problemas. En la actualidad, la ingeniería mundial está muy enfocada a los objetivos de desarrollo sustentables adoptados por la Organización de las Naciones Unidas y, particularmente, a los más relacionados con las ingenierías: la prevención de desastres naturales y la restauración posterior, la provisión de agua y energía limpias, la lucha contra el hambre (uno de los objetivos establecidos es “hambre cero”), y la pobreza y falta de vivienda. Son temas transversales que abarcan a muchas profesiones, pero donde la ingeniería y, en particular, la civil, tiene mucho para contribuir.
¿El rol de la ingeniería siempre estuvo limitado por los condicionamientos de los decisores?
Sí, en general, son muy pocos los técnicos que se ocupan de la política, y los políticos, a través de los años, han socavado la capacidad de los ingenieros de participar en el proceso de toma de decisiones. Lo hicieron, por ejemplo, a través del nombramiento de políticos en funciones que tendrían que ser ocupados por técnicos. Recuerdo cuando las direcciones, secretarías e, incluso, ministerios, eran ocupados por profesionales de la especialidad, accediendo desde las líneas. Hoy es usual que hasta los cargos ejecutivos más secundarios sean ocupados con fines partidistas. Por otro lado, hay que reconocer que los ingenieros son vulnerables a los poderes de turno por la misma naturaleza del trabajo: tarde o temprano dependemos, directa o indirectamente, de la aprobación de las autoridades; y es muy frecuente la competencia entre nosotros mismos por los trabajos. Eso crea situaciones de condescendencia, actitudes serviles en algunos casos, y es caldo de cultivo para la corrupción. Por eso, si por “la ingeniería” entendemos a las instituciones de los ingenieros, el rol actual debe ser de lucha contra las consecuencias de esos precondicionamientos.
¿Qué nuevos desafíos presenta la profesión?
Está en constante evolución, como sucedió históricamente. Hay una proliferación de nuevos y sorprendentes materiales, equipos, herramientas y tecnologías a disposición. Hemos pasado de la etapa en que se estaban investigando y desarrollando modelos para replicar en el escritorio los fenómenos físicos, a otra en donde esos modelos ya se han sofisticado mucho interactuando en tiempo real con datos y con interfaces gráficas sorprendentes. Pero, quizá, lo más importante de lo que sucedió en los últimos tiempos es la evolución de los criterios y de los estándares que se fueron imponiendo. Un gran desafío es adecuar la infraestructura disponible a esos nuevos estándares. Pero ¿cómo hacerlo cuando todavía gran parte del país y del mundo no cumple ni siquiera con los estándares que regían hace 20 o 40 años? Por ejemplo, ¿de qué sirve adoptar los máximos estándares de calidad de agua para un riachuelo totalmente contaminado? Por supuesto, no está mal impulsar el uso de autos eléctricos, pero, mientras tanto, todos los días vemos circular motos, autos y camiones haciendo ruidos tremendos o largando humos espesos por los escapes.
¿Cómo la pandemia modificó las reglas de juego?
No modificó mucho las reglas de juego, pero sí asestó un tremendo golpe a la actividad, con la paralización prácticamente total de obras. Actualmente, se evitan reuniones presenciales cuando es posible y se agregaron protocolos COVID que retrasan un poco los procesos… No lo llamaría un cambio de reglas de juego. Pero sí el COVID-19 nos ha puesto en alerta de que amenazas potenciales que frecuentemente se mencionan en los análisis de impactos ambientales o en los protocolos de seguridad, pueden ser bien tangibles, serias y disruptivas.
Por otro lado, el confinamiento y los bajos honorarios posibilitaron que muchos profesionales trabajaran desde sus casas para el exterior. En la misma línea, la situación reavivó el interés por emigrar.
¿Qué rol cumple actualmente la ingeniería civil en el desarrollo de la obra pública?
La ingeniería civil fue y es el motor de la obra pública. Sin embargo, por lo que señalaba anteriormente, la profesión no juega un papel preponderante en los procesos de toma de decisión a nivel gubernamental. En esos procesos, una tarea vital es la asignación de prioridades; lo que, en definitiva, se traduce en la elaboración de los presupuestos. Claro, en la Argentina, donde es necesario hacer tanto, todo pasa a ser prioritario. Pero con recursos limitados, hay que tener muy buena información, proyectos estudiados, comparación de alternativas, indicadores y modelos con proyecciones para entender qué conviene hacer, en qué invertir. Todas esas herramientas se usan cotidianamente en el desarrollo de proyectos de ingeniería, pero no se utilizan en la toma de decisiones o en la definición de políticas públicas. Hay muy poco de eso y mucho desconocimiento público de las capacidades de los ingenieros: fuimos entrenados para planear, para lo que hemos desarrollado numerosas herramientas. Efectivamente, y esto no es solo exclusivo de la ingeniería civil, nos ocupamos de planificar y optimizar el uso de los recursos, humanos, logísticos, económicos…
¿Cómo se consiguen inversiones y financiamiento en tiempos de postpandemia?
No soy economista, por lo que no podría contestar con propiedad a esta pregunta. Pero sí aprendí una cosa: cuanto más desarrollado está un proyecto, con su evaluación económica, su evaluación de impactos socioambientales, su proyecto de ingeniería y con consenso público, más fácil es conseguir la financiación. Esto es así antes y después de la pandemia. En la Argentina he visto, muchas veces, que las asignaciones de créditos, incluso por organismos internacionales, no tienen tanto que ver con el nivel de desarrollo de las propuestas o las prioridades del país, sino con el aprovechamiento que hacen algunos gobernantes de ciertos momentos clave. No digo esto de forma peyorativa, sino por el contrario. Por ejemplo, habiéndose abierto una línea de crédito, una provincia presenta un proyecto de transporte que beneficia a una cantidad de familias. Otras provincias no presentan nada porque no se enteraron de la línea o no tuvieron la capacidad técnica para armar una carpeta como la requerida. Por la habilidad del gobernante se consigue ese crédito, pero en ningún momento hubo una evaluación sobre la conveniencia de hacer ese proyecto u otro dentro de la provincia o, más aún, si no hay mejores obras donde invertir la misma plata en el país que pueda beneficiar a muchas más familias.
Por MARÍA DE LA PAZ GARCÍA