OPINIÓN – KEVIN SAVELSKI
Es sabido que la construcción es uno de los motores que impulsa el crecimiento de un país, tan solo con pensar la cantidad de personas y gremios que intervienen nos muestra lo esencial que es esta industria.
Hace pocos años, pasamos por un momento llamado la época dorada del real estate, y no fue hace mucho: terminó en 2017. A veces, cuesta creer que hace tan poco la gente hacía cola en las inmobiliarias para reservar o que los edificios que se construían no llegaban a terminar el subsuelo y estaban vendidos en más de un 80%. Pero cuando miramos el hoy, un 2023 totalmente diferente, nos preguntamos qué fue lo que pasó.
Si bien la pandemia produjo a nivel mundial un desaceleramiento de la producción y el consumo, ya que fueron muy pocos los rubros que se vieron beneficiados, también debemos hacer foco en que todos incentivos a nuestro rubro que hoy son menores.
CRÉDITOS, BLANQUEO, CAMBIO…
Los créditos hipotecarios fueron, indudablemente, los principales impulsadores de una gran oferta, los cuales escasean. Por otro lado, el blanqueo a la construcción anunciado por el Gobierno no termina siendo atractivo para el consumidor y este así lo percibe, lo que da por resultado una demanda muy por debajo de la oferta.
Asimismo, y más importante, la situación que atraviesa hoy el país en materia económica, con un dólar que crece producto de la inflación y, en paralelo, con uno de los salarios más bajos de la historia de la Argentina, explican un poco la situación en la que nos encontramos: muchos oferentes, con diferentes propuestas de mercadería, pero una demanda que no responde de igual manera. Además, la diferencia cambiaria hace lo suyo para agrandar esta brecha entre la oferta y la demanda.
LA CONSTRUCCIÓN Y SU ADAPTACIÓN PERMANENTE
Con todo esto, quedó demostrado que la construcción tiene un gran poder de adaptación, y la pregunta es: ¿qué podemos hacer, contexto mediante, para poder potenciar al sector? Y si no podemos traccionar sobre la demanda con incentivos más claros para que el consumidor se sienta seguro y pueda percibirlos, deberíamos tratar de hacerlo sobre la oferta.
Es muy importante que se pueda trabajar sobre todos los eslabones de la cadena, desde el más chico hasta el más grande, poder generar una red donde no se vea la obra desabastecida o que tenga que recurrir a una suba de precios porque no puede comprar materiales o insumos. Es vital para el crecimiento del rubro y así, el del país, que se empiece por llevar a todos los proveedores que intervienen en la industria, materiales, servicios, insumos pequeños, etc. Una estrategia que los acompañe, para que ellos mismos puedan seguir apostando al país y a la industria, armando nuevos canales de distribución, fijar nuevas metas y armar nuevas estructuras con nuevas tecnologías, pero siempre acompañándolos.
En cuanto a la obra pública, si bien se presentan escenarios diferentes, al no ser un privado, los recursos son diferentes. Muchas veces, la toma de decisión no es únicamente en cuanto a los costos, ya que no hay que potenciar un producto para su reventa. Si nos ponemos a pensar en el armado de una plaza de barrio, algo que comparten con la obra privada es cómo tracciona en las fuentes de trabajo, de eso no hay duda. Pero ¿qué pasa si al momento de ir a comprar insumos para esa plaza nos encontramos con, por ejemplo, que hacer el arenero para que los chicos jueguen representa un 10% más de lo proyectado?
Si estuviésemos hablando de un privado, automáticamente modificaría los precios de venta, inclusive quizá llevaría a pensar que no hay que ponerlo y ver la forma de poder sustituirlo, pero en este caso el objetivo no está centrado en una venta, una ganancia, etc. Está pensado en la gente, en cómo mejorar la forma de vivir, por lo que no sería un problema y la plaza se terminaría haciendo de todas formas. El verdadero problema a nivel macroeconómico es que ese aumento del arenero y de todos los costos restantes en el armado de esa plaza, suman más del presupuesto asignado, y si eso lo llevamos a cada una de las obras públicas que tenemos termina impactando que las últimas proyecciones a hacerse llegan sin caja, y ahí es cuando se frena la obra pública, ahí es cuando empieza el verdadero problema; y no solo las personas que intervienen de forma directa, sino los que trabajan de forma indirecta para llevar a cabo dicha obra.
Al igual que la obra privada, debería haber una estructura basada en los costos, con precios promedios históricos que sirvan para poder comparar. Por otro lado, la obra pública tiene una injerencia lo suficientemente grande para replantear cómo está armada, debería haber un sistema 100% transparente y que ayude no solo a mantener los costos, sino a unificar a la cadena de valor para generar una sana competencia y, sobre todo, que los que proveen a esa plaza que es parte del sector privado sean competentes para la tarea.
*EL AUTOR ES CEO DE GRUPO 8.66