Reconocernos y sabernos seres sociales por naturaleza es esencial, es una de las claves para lograr lo que sea que queramos en nuestra vida.
Pareciera que nada tiene que ver con nada, pero todo tiene que ver con todo, y con todos. La mayoría del tiempo estamos rodeados de personas: algunas del trabajo, del club o lugares que frecuentamos, amigos, familia, pareja, y más. Podríamos decir que vivimos conectados, a distintos niveles.
Como seres sociales nacemos con la capacidad de comunicarnos, empatizar con el otro y acercar a nuestras vidas las personas correctas que alienten nuestro camino, iluminen nuestros pasos y empujen nuestro andar.
Al final del día, somos parte de un gran todo y entendernos de ese modo puede ser el primer paso para desarrollar nuestra vida en armonía, y lograr metas, objetivos o proyectos postergados.
RELACIONES HUMANAS Y ÁMBITO LABORAL
Durante el día nos cruzamos con diferentes personas, que traen consigo diferentes herramientas para conectarse, interactuar y comunicarse. Quisiera mencionar el ámbito laboral en el que pasamos muchas horas durante la semana. La carga horario o el tiempo que dedicamos a trabajar puede variar muchísimo según la actividad o profesión, pero quisiera referirme, por ejemplo, a un trabajo típico, de jornada “full time” de lunes a viernes, en un horario habitual de 8 o 9 horas diarias.
Quienes trabajan en esta modalidad comparten más tiempo con sus compañeros de trabajo que con el resto de tu entorno. Me animo a decir que es el lugar en donde más florecen de alguna manera la personalidad de cada uno, porque no sólo transcurren muchas horas del día en ese ámbito, si no que están expuestos a muchísimas situaciones que implican que uno se involucre de diferentes maneras y asumiendo distintos roles. En el trabajo somos profesionales, compañeros, amigos, jefes, supervisores y otras tantas etiquetas, pero sobre todo somos personas, cada cual con su historia, creencias, costumbres, hábitos y formas, patrones de conducta, maneras de relacionarnos.
Es probable que te hayas cruzado con una persona “quejosa” esas que se quejan todo el tiempo, porque nada alcanza, capaces de ver siempre el medio vaso vacío. O aquel que disfruta y cae en la crítica una y otra vez, puede pasar un buen rato criticando a un compañero de trabajo. También existe la persona que es víctima de todas las situaciones, “siempre hago todo y el resto no colabora”, “no pude avanzar porque fulano… etc.” Existe el metódico, estructurado, cuando los planes cambian se pone nervioso. Aquellos que necesitan llamar la atención ser visitos y felicitados, mostrar su trabajo y buscan siempre el reconocimiento del otro. Y la lista de cómo podemos operar como seres humanos y personas es eterna. Lo que sí podemos y debemos concluir es que somos todas personas con más o menos herramientas para desenvolvernos en la vida y en el ámbito laboral. Con cada persona hay un mundo de posibilidades de porqué es como es.
Un clima laboral sano, sin dudas contribuye a que cada uno pueda desplegar su mejor versión. No siempre se genera con facilidad, por eso considero importante preguntarnos cómo contribuimos, cada uno desde su lugar, a las buenas relaciones interpersonales. A veces hacernos estas preguntas puede ser un buen comienzo: ¿puedo ayudar a transformarlo? ¿me interesa ser parte de un cambio positivo? ¿cómo puedo ayudar? ¿elijo pararme de ese lado o prefiero alimentar la queja y la escucha que no suma?
APRENDIZAJESY PRÁCTICA
Me gustaría citar a Socrates y la teoría del “Filtro de la mentira”, e invitarte a ponerlo en práctica cada vez que puedas, en el trabajo especialmente y en otros ámbitos de tu vida, con tus amistades o familiares.
Una historia breve
Cuenta la historia de que cierto día un conocido se acercó al filósofo, y le dijo:
– ¿Sabes lo que escuché acerca de un amigo tuyo?
Sócrates le miró y respondió:
– Un momento: antes de decirme aquello que vienes a contarme, quisiera aplicarle un triple filtro a esa información.
– ¿Un triple filtro? -inquirió, extrañado, su conocido.
– Exacto. Antes de que hables sobre mi amigo será buena idea dedicar unos minutos a filtrar lo que me vas a decir.
Y prosiguió:
El filtro de la verdad
– El primero de los tres filtros, es el filtro de la verdad. Dime ¿Estás absolutamente seguro de que aquello que me vas a decir de mi amigo es verdad?
– No. –Dijo el hombre- En realidad solo lo escuché…
– Bien, entonces, realmente no sabes si lo que me vienes a decir es cierto, o no
El filtro de la bondad
– El segundo filtro es el filtro de la bondad. Dime ¿Es algo bueno eso que vienes a decirme de mi amigo?
– No, por el contrario…
– Entonces –añadió Sócrates- tú vienes a decirme algo malo sobre él, pero no estás seguro de que sea cierto. Veamos si lo que vienes a decirme pasa el tercer y último filtro.
El filtro de la utilidad
– Este último filtro es el filtro de la utilidad. Dime ¿Es útil para mí eso que vienes a contarme de mi amigo?
– No, realmente no.
– Bien –concluyó Sócrates- Si lo que vienes a decirme no sabes si es cierto, no es bueno y no me es útil ¿Para qué decírmelo?
Te aliento a aplicar los filtros en cada situación en la que te veas envuelto, sobre todo si sabes que puede traer momentos negativos a vos, y al entorno. Esto incluye que filtrarás lo que decís, lo que escuchás, lo que te llega al pasar, lo que pensás, lo que hacés, y en lo que te enfocás o le entregas tu tiempo. Si no lográs pasarlo por al menos 1 de los 3 filtros -en el primer mes- dejálo ir, y que siga su curso: no permitas que eso se quede en vos.
Si logras hacer esto, te puedo asegurar que tu productividad va aumentar muchísimo porque realmente vas enfocar tu energía en cosas que sean positivas y buenas para vos y para tu entorno.
RODÉATE DE LOS MEJORES
Retomando las reflexiones dentro del ámbito laboral, como muchos seguramente han descubierto a lo largo de su vida profesional, las organizaciones se basan en las personas. Las empresas más exitosas han sabido formar equipos, promover a las personas. Tal como menciona en su libro “Rodéate de los Mejores” de Claudio Fernández Aráoz, las compañías e industrias de mayor crecimiento: tecnología, servicios profesionales, entretenimiento, etc. son intensivas en activos humanos. En otras palabras, el éxito depende menos de activos físicos y más del talento de las personas, la coordinación de los equipos, la forma de relacionarnos, la inteligencia emocional como factor fundamental, y el tipo de liderazgo.
Algunas de las competencias más comunes que las organizaciones buscan para posiciones en puestos de decisión no tienen que ver únicamente con la orientación a resultados, sino también la habilidad para colaborar, promover el desarrollo de las personas y gestionar el cambio.
Por eso son tan importantes las ya conocidas habilidades blandas:
Te comparto algunas claves a tener en cuenta y sobre todo te invita a transitar un camino de introspección para identificar cuáles consideras que soles poner en práctica y en cuáles te gustaría o considerás que podés mejorar:
a- Saber trabajar en equipo: ser colaborativo, promover la confianza entre los integrantes, la responsabilidad y el compromiso por un objetivo común.
b- Flexibilidad y capacidad de adaptarse al cambio: integrándonos a equipos de manera armónica, abiertos a las diferentes culturas, generaciones y proyectos que implican desafíos diferentes.
c- Creatividad: creativos somos todos. Te invito a animarte a plantear esas ideas novedosas, frescas. Animáte a dejarte llevar un poco más por la imaginación y la intuición para poder proponer soluciones y respuestas creativas e innovadoras a los desafíos que se presentan. Seguramente una vez que traslades al equipo tu creatividad los resultados positivos se potencien.
d- Habilidades para comunicarnos: la comunicación efectiva es clave: ser empático, abierto, saber escuchar al otro y sobre todo siempre ser respetuoso con la opinión de mi compañero.
En todos los ámbitos, seguro si observas a tu alrededor, puedas identificar esas personas que sumaron o suman a tu vida. Personas que admiras, que sin saberlo te enseñan e incluso perciben y celebran en vos cualidades que tal vez vos mismo no percibiste antes.
Esas personas, son como faros, nos iluminan con sus saberes, con su talento compartido.La pista es estar atentos y receptivos para poder recibir lo que el otro tiene para brindarnos y devolvernos. Porque de eso se trata, dar y recibir, como dice el viejo refrán.
Los grandes entendieron que compartiendo el talento, creando equipos y trabajando codo a codo es como llegamos lejos. Me animo a confirmar que “solo llegas más rápido, pero en equipo llegarás más lejos”.
Por eso te aliento a desarrollar la capacidad de conectarnos y rodearnos de aquellas personas de quienes podemos aprender. Este camino implica también sabernos humildes, y sobre todo saber hacia dónde queremos ir.
Afiná la mirada y rodéate de las personas que traen luz a tu vida, que brillan y nos ayudan a brillar.
Te invito a preguntarte internamente quiénes son esas personas, a identificarlas. Ese primer paso te va a ayudar a construir equipos sólidos, para el trabajo y para la vida.