La ingeniería busca acercar soluciones técnicas a problemas de la sociedad. Ahora, no siempre esos conocimientos se ponen al servicio de la construcción de un mundo más justo. En el Día Nacional del ingeniero y la ingeniera, desde Ingeniería Sin Fronteras Argentina, una invitación a pensar en el rol social de esta disciplina.
La ingeniería es una disciplina con el poder de transformar materiales en estructuras. Pero si a los conocimientos técnicos se le suma una mirada social e integral y un trabajo interdisciplinario, el cambio puede ser mucho más profundo. Este es el pensamiento que impulsa y moviliza el accionar de ISF-Ar hace casi diez años: generar obras de ingeniería orientadas al desarrollo humano sostenible, al cumplimiento de los Derechos Humanos, al cuidado de la naturaleza y al fortalecimiento de las poblaciones en situación de vulnerabilidad.
Sin dudas, la ingeniería es una herramienta que transforma todos los ámbitos en los que es aplicada. En este sentido, no es una ciencia neutra, exenta de toda variable humana sino que propone un posicionamiento y una mirada del mundo. “Cada decisión tomada de ejecutar (o no) un proyecto, y también de cómo ejecutarlo, trae aparejadas consecuencias inmensas y directas en el desarrollo de las comunidades”, explica Adán Levy, ingeniero electromecánico y director ejecutivo de ISF-Ar. “De este modo, por ejemplo, elegir la traza de un camino ya plantea preguntas acerca de la conectividad que eso genera, si privilegia el crecimiento de ciertas poblaciones y relega el de otras”, agrega Adán.
Por eso, a la hora de pensar las obras de ingeniería resulta fundamental comprender el rol social que tiene la disciplina. “Necesitamos tener una mirada sensible hacia las personas destinatarias. Si queremos que un proyecto sea sostenible hay que escuchar a la comunidad, no podemos llegar con soluciones estandarizadas”, opina Esteban de Olmos, ingeniero civil e integrante de la coordinación general de ISF-Ar, desde la ciudad de Córdoba. “Una mirada social sobre la ingeniería permite registrar las potencialidades y oportunidades de cambios positivos, y también advertir las dificultades y puntos ciegos de los proyectos», comenta Diego Gil, arquitecto y coordinador de proyectos de infraestructura en Buenos Aires.
En los proyectos que lleva adelante ISF-Ar, puentes, centros comunitarios, sistemas de agua y energía, se vuelve elemental considerar a las personas como sujetos de derechos. “Construir una vivienda, una escuela, un centro comunitario, es la tarea que vuelve increíblemente potente a esta disciplina. A todas las personas les corresponde el goce pleno de todos sus derechos”, expresa Estela Cammarota, ingeniera industrial y presidenta de ISF-Ar. En este sentido, la ingeniería es capaz de convertirse en un medio para el cumplimiento de los derechos humanos fundamentales. “Celebro con mis colegas si pudiéramos darnos cuenta de que lo que tenemos es mucho más que una vocación puesta en movimiento, es una herramienta de transformación social”.
Ahora, en esa búsqueda de transformación, surge una pregunta: ¿qué ingeniería queremos? ¿Una que de respuestas estandarizadas o que busque soluciones adaptadas a las distintas realidades de nuestro país? ¿Una ingeniería con interés en achicar las brechas o en profundizarlas aún más?
“La ingeniería nació como herramienta de transformación de la realidad cotidiana y esa es la ingeniería que tenemos que recuperar, la que genera un aporte a la sociedad, la que busca respuestas a los problemas de todos los días y garantiza el cumplimiento de los derechos humanos”, opina Sofía Sánchez, ingeniera civil e integrante del nodo de Córdoba.
Creemos que construir una sociedad más justa, inclusiva y solidaria es una responsabilidad colectiva. Para lograrlo, tenemos un enorme y necesario desafío por delante: pensar políticas de desarrollo que puedan materializarse en obras de ingeniería que no dejen afuera a nadie.