El país requiere que la dirigencia acuerde un sendero de coincidencias políticas y sociales para salir de su propia trampa. Dentro de este debate, unos actores clave son las empresas que generan y acumulan capacidades intelectuales, como las firmas consultoras de ingeniería.
Hoy, el Estado desaprovecha a estas firmas consultoras de ingeniería y no colabora a su fortalecimiento. Ciertamente, el desarrollo armónico de un país trae aparejados mayor bienestar y progreso, por lo cual ha de ser el principal objetivo de toda política social y económica. Claro que se supone que dichas políticas deben ser acertadas y coordinadas, y no aquellas que terminan provocando desaliento a la inversión generadora del empleo genuino; y, por otra parte, llevar a la Argentina a una economía sin rumbo, que se sumerge en un alza generalizada de precios y que perjudica a todos. Pero, lo que es tan claro y obvio, no parece ser lo que se hace.
El desarrollo económico no solo debe significar una mayor producción por sí, es el aprovechamiento racional de nuestros recursos físicos y del conocimiento. En el caso de la mano de obra, alentar al empleo improductivo es peor que la desocupación, si con ello se considera solucionado el problema. El mal uso de los recursos fiscales o el abuso de estos termina por ahogar la iniciativa individual.
Las políticas de empleo que no se basan en alentar la creación genuina de este e inducir el incremento de la productividad, invariablemente, terminan en generar empleo improductivo. No se escapará a nadie que el desarrollo exigirá obras de infraestructura y que estas implican cuantiosas inversiones, que los países como el nuestro no están en condiciones normales de afrontar y, menos aún, en las circunstancias actuales. El desarrollo también exigirá contar con los recursos de conocimiento y experiencia para proyectar, supervisar adecuadamente su ejecución y posterior mantenimiento. El Estado que quiere abarcar todo ya ha demostrado que fracasó.
¿Debemos resignarnos? ¿Lamentarnos de las oportunidades desaprovechadas? En primer término, resignarse implicaría destinar al fracaso a la presente y a las futuras generaciones. En segundo lugar, tendríamos que mirar y aprender de la historia, de los hechos, como fueron y son, de otros países. La salida, si bien es simple, resulta compleja de alcanzar. No obstante, muchas naciones lo han logrado. Y nosotros, ¿por qué no?
Es conseguir un consenso social y político básico. Es ponernos de acuerdo que, sin esfuerzo, educación, trabajo, sin inversiones genuinas del sector privado y sin una administración estatal lúcida y proactiva, el crecimiento, desarrollo y bienestar de nuestra sociedad no se podrá dar. Dicho desarrollo está ligado al crecimiento de las empresas en su sentido amplio. Si no crece la producción, la productividad ni tampoco los beneficios, las empresas no se expanden y, en consecuencia, no se genera mayor riqueza a distribuir. Simple.
Debe entenderse que una de las principales responsabilidades de un empresario es preservar su capital y generar beneficios. Sin ellos, la empresa no puede crecer y, tarde o temprano, muere. Los principales perjudicados serán sus trabajadores, empleados y el Estado que dejará de cobrar impuestos, etc. En sí, pierde toda la sociedad.
LOS SERVICIOS BASADOS EN EL CONOCIMIENTO
Al mirar a los principales países que alcanzaron un razonable desarrollo de sus infraestructuras y un mayor bienestar de su población, podemos ver que lo han logrado (salvo contadas excepciones) más que en la acumulación del capital físico, sobre la base del estímulo permanente de contar con un amplio capital intangible.
En el área de los servicios basados en el conocimiento (SBC), ese capital intangible está generado por el entrenamiento, la experiencia y capacidad de organización de sus profesionales y técnicos, a través de estructuras que lo acumulan y lo administran adecuadamente. Entre ellas, se destacan las firmas consultoras de servicios de ingeniería, abocadas a asistir al sector público y privado, en el estudio de proyectos, supervisión de obras, entre otros temas.
A diferencia del capital físico y determinados conocimientos, que pueden adquirirse en el exterior, este tipo de capital intangible radicado en las firmas de ingeniería no es transferible en forma instantánea, sino que tiene que ser formado internamente y demanda muchos años de esfuerzo acumulativo, del que también se beneficia la sociedad.
La condición, para ello, es la existencia de firmas nacionales fuertes, estables e independientes que puedan asegurarles a los profesionales locales trabajo, una remuneración adecuada y perspectivas, alentando a la permanente innovación y reinversión. Por lo expuesto, es necesario un cambio a la situación actual, que desalienta la inversión e impulsa a las generaciones de profesionales más jóvenes a buscar otras alternativas en el exterior.
Lo expresado ha sido una preocupación de parte de la dirigencia de nuestro país que alentaba la creación de firmas de consultoría de ingeniería local. Con esos conceptos se fueron formando importantes firmas consultoras de ingeniería que resultaron ser protagonistas clave de las principales infraestructuras del país, realizadas bajo premisas de contar con proyectos previos de calidad y un control de ejecución independiente. Muchas de ellas, hoy se pueden apreciar y la sociedad disfruta (desde obras hidroeléctricas, redes de energía, caminos, FFCC, puentes, obras de saneamiento, control de inundaciones, puertos, conectividad, urbanismo, etc.).
Por su parte, el Banco Mundial y el BID han manifestado, reiteradamente, la necesidad de establecer políticas de fortalecimiento de las firmas de consultoría local con el objetivo de lograr su progreso científico y tecnológico, ya que, sin capacidad y experiencia, no será posible lograr un sólido y verdadero desarrollo. En ese sentido, el Banco Mundial, a través de sus normas, alienta a los prestatarios a contratar firmas de consultores del país, bien sea por sí solas o juntamente con firmas extranjeras, cuando no existe capacidad y experiencia local en un tema determinado, incentivando el fortalecimiento de las capacidades del personal nacional en los países prestatarios, promoviendo la transferencia de tecnología, de conocimientos y de destrezas.
Por ello, llama la atención que, si bien no en todos los casos, en gran parte, distintas empresas del Estado, reparticiones públicas y jurisdicciones actúen exactamente en sentido contrario, no recurriendo a las capacidades locales o admitiendo propuestas y contratando a empresas extranjeras, desconociendo o soslayando normas vigentes.
Claramente, hay dos aspectos relevantes y muy vinculados entre sí que deben preocupar a toda dirigencia: la pérdida del empleo de trabajo nacional y la pérdida de acumulación de experiencia tecnológica, que solo pueden materializarse eficazmente a través del trabajo de la consultoría local. Por otra parte, se genera un agravante: como en muchos países los servicios de consultoría de ingeniería se adjudican principalmente por sistemas de calidad, cuando nuestra consultoría nacional intenta exportar servicios está en desventaja frente a las firmas extranjeras, al no poder contar con los antecedentes de esos trabajos.
Las firmas extranjeras que compiten con las nuestras utilizan esos antecedentes para ganar dichos trabajos. En síntesis, al adjudicar trabajo a estas, además de perder trabajo local y transferir divisas tan caras al país, les financiamos y transferimos los antecedentes y capacidades adquiridas aquí. Esto, ciertamente, es parte de las políticas inadecuadas y que parte de las autoridades no ven, o hay a quienes no les preocupa.
Desde nuestra Cámara estamos dispuestos a trabajar y acompañar a las autoridades en los cambios necesarios, como siempre lo hemos hecho. Hoy en día estamos colaborando con el Observatorio de la Obra Pública y la Oficina Nacional de Contrataciones, llevando nuestras preocupaciones e inquietudes, avanzando en propuestas y temas que son clave para nuestra actividad y el país. Sus autoridades muestran voluntad e interés en resolver temas importantes. Alentamos continuar en esa senda. Es necesario que estas acciones y cambios se multipliquen al resto de las órbitas del Estado y empresas públicas.
Por ING. PABLO CHELMICKI (GERENTE DE LA CÁMARA ARGENTINA DE CONSULTORAS DE INGENIERÍA – CADECI)